Al paso de las imágenes del Señor del Milagro y de Mailín veía pañuelos que se agitaban y rostros emocionados. Miles de cámaras de fotos y de celulares intentaban grabar algo que resulta imposible para un aparato por muy sofisticado que sea. Y es que lo que vivían, sólo podía ser grabado por el corazón. Ese corazón que, buscando felicidad, reconoce que en ese Señor que pasa se la puede encontrar. Y por eso se emociona, y se desarma, y no quiere que pase.
Pero el Señor pasa. Pasa por nuestras vidas, pasa por nuestra historia. Y lo hizo hoy y lo hará mañana, y lo hará siempre. Él pasa siempre, porque Él es nuestra “Pascua”.
No nos conformemos con verlo pasar. Le digamos como los discípulos de Emaús: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba”. Quédate Señor con nosotros, quédate con este pueblo que te necesita. Quédate con este pueblo que ha llegado de todos los rincones de esta bendita tierra hasta aquí cargando doscientos años de historia, con luces y sombras, con alegrías y llantos, y que hoy nos encuentra heridos y agobiados, pero llenos de esperanza porque tú nos convocas.
Confiamos en ti, Señor, porque sabemos que eres el Señor de la historia. Y estás haciendo nuevas todas las cosas. Nuestro corazón lo sabe, lo siente, lo goza.
Por eso aunque tu imagen pase, te quedas con nosotros, todos los días hasta el fin del mundo.
P. Luis Leguizamón