Todo comenzó en un pequeño
patio y con un pequeño oratorio

El siglo de las luces

Europa, 1800. Una época convulsionada por la campaña contra la monarquía, liderada por Napoleón Bonaparte.

Los efectos de la revolución industrial se materializaron en un importante movimiento migratorio desde el campo a las fábricas, lo que hizo crecer enormemente las ciudades.

Muchas familias campesinas dejaban sus tierras, ilusionadas con la promesa de la industria, que solo implicó explotación, salarios mínimos, largas jornadas
de trabajo y precariedad en la calidad de vida.

Don Bosco

Juan Bosco nació el 16 de agosto en un pequeño caserío llamado I Becchi, perteneciente a la localidad de Castelnuovo, provincia de Asti, al norte de Italia.
Las familias de aquella región debieron enfrentar un largo tiempo de sequía que hizo difícil el trabajo en los campos.

“Pobre hijo mío, ya no tienes padre.”

I Becchi, 1817. El padre de Juan se llamaba Francisco. Falleció el 12 de mayo a causa de una pulmonía, cuando tenía 34 años. Juanito quedó huérfano a los 2 años de edad y fue su madre, Margarita Occhiena, quien se hizo cargo de la familia. La muerte de su padre es el primer recuerdo del que tiene memoria Don Bosco o de sequía que hizo difícil el trabajo en los campos.

Orfandad y pobreza
La niñez de Juan estuvo marcada por la experiencia del trabajo para hacer frente al hambre. La oración y la confianza en la providencia sostuvieron a la familia cuando no hubo qué comer.

Sueños

I Becchi, 1925. Los sueños acompañaron a Juan Bosco toda su vida. Él siempre los atribuyó a la pedagogía que usó Dios para manifestarse en su vida.

¡Tuvo más de 150!

El sueño más conocido e importante es el de sus 9 años. Desde entonces, Juan fue sintiendo progresivamente un gran deseo por estudiar y prepararse para ser un sacerdote dedicado a los jóvenes más pobres.

Muchos años después, mientras celebraba misa en el altar dedicado a María Auxiliadora, Don Bosco rompió en llanto. En ese momento, cuando ya estaba cansado y su vida se iba apagando, dijo haber comprendido el sueño de los nueve años.

A los 10 años, Juanito pasaba los inviernos contando historietas en los establos. Durante la primavera, organizaba tardes de entretenimientos en las que hacía salir conejos de un sombrero; andaba sobre la cuerda floja; hacía juegos de manos; acrobacias; trucos de magia; y muchas cosas más que lo hacían parecer un saltimbanqui profesional. Entre juego y juego invitaba a todos a rezar alguna oración, narraba lo que recordaba del evangelio que había escuchado durante la mañana y hacía algún canto religioso. Era la entrada que pedía al público.

Don Bosco conservará siempre esa alma de saltimbanqui. El
teatro será algo inherente a su vida.

Don Calosso, modelo a seguir

– ¿Y por qué quieres estudiar?

– Quiero ser sacerdote para ayudar a tantos amigos míos.

– Di a tu madre que venga a hablar conmigo, yo puedo ayudarte, aunque ya soy viejo.

Don Juan Calosso era un cura de 70 años cuando se encontró con Juanito Bosco, él tenía 14 años y un gran deseo de estudiar. Calosso lo recibió en su casa y lo educó durante un año, se convirtió en un amigo fiel del alma que lo acompañó como un padre. La mañana que murió, Juanito lloró desesperadamente.

Escuela de Castelnuovo

A los 16 años, Juan Bosco continuó la formación correspondiente a cuarto grado, con niños mucho más chicos que él. Por esto y por su forma de vestir, sufrió burlas por parte de compañeros y profesores. Pero Juan se entregó completamente al estudio y logró adelantar varios cursos.

En ese tiempo, su tío Miguel, le consiguió una pensión en casa del sastre y músico del pueblo. Bajo su tutela, Juan aprendió a tocar el piano, a cantar, y a ser un sastre. Además empezó a trabajar en la casa de un herrero donde también aprendió el oficio.

Juan tenía lo que hoy se llama inteligencia práctica. Era muy bueno en todo lo que requería habilidad manual. La Providencia puso en su camino maestros de todo tipo.

Partida a Chieri

“Soy el hijo de Margarita Ochiena, y saltimbanqui del pueblo. Mi madre es pobre pero yo quiero ir a Chieri para estudiar y convertirme en sacerdote. Si ustedes pueden, ayúdenme”. Juan trabajó para juntar el dinero que le permitiría continuar sus estudios en Chieri. Lo que más le ayudó fue el haber ganado, con su habilidad de saltimbanqui, un juego en una feria del verano, que consistía en subir hasta lo más alto de un poste donde había una bolsa con 20 liras. Esto todavía no era suficiente, por lo que se vio obligado a salir a hacer una colecta entre las familias del pueblo.

Como era de un carácter orgulloso, tender la mano le costó mucho y le causó hasta repugnancia. A lo largo de su vida, siempre le costará pedir limosna. Después de mucho sacrificio, logró ir a Chieri.

Amistad y vocación

Asistió durante 4 años a las escuelas públicas de Chieri. Fue un alumno y compañero ejemplar, muy querido. Tenía el espíritu de un líder. Formó la Sociedad de la Alegría, un grupo en el que la norma era mantenerse alegres a través de juegos sanos, la lectura de libros, y las oraciones. En la escuela conoció a Luis Comollo, con quien llegaron a ser grandes amigos. Juan ayudaba a Luis con los deberes y de él aprendió a dominar su carácter y a perdonar.

Al término de la escuela, Juan tenía que decidir qué hacer con su vida. Lo primero que hizo fue presentar una carta para ser admitido en un monasterio franciscano. Con el tiempo, y con ayuda de Luis, quien lo conocía en profundidad, fue descubriendo que su camino era distinto. Así entró en el Seminario de Chieri.