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En el contexto de la pandemia, el Hno. Ariel Fresia SDB comenta cómo es la respuesta de los Salesianos de Don Bosco a nivel mundial.
Ariel Fresia es hermano coadjutor y director de la Procura Misionera Salesiana Por los Jóvenes. En diálogo con la Agencia de Noticias ANS, explicó cómo vive la Familia Salesiana de Argentina este momento.
En el marco de la emergencia sanitaria y social, las Procuras misioneras, alentadas por la iniciativa del Rector Mayor, llevan adelante una respuesta coordinada a nivel mundial.
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¿Cuales son las acciones que la Procura lleva adelante a nivel nacional?
La Procura misionera continúa trabajando con donantes individuales y alianzas con empresas, que mantienen el nivel de donaciones a pesar de la crisis. Hay mucha gente generosa que sabe que, en situaciones como estas, las necesidades son más acuciantes aún. Y haciendo esfuerzos continúan sosteniendo sus donaciones.
Estamos muy agradecidos de ello, porque de esta manera Por los Jovenes continúa apoyando la misión salesiana en contextos de vulnerabilidad.
En articulación con el Boletín Salesiano iniciamos una campaña nacional para comunicar lo que hacemos, concientizar sobre la situación de precariedad de muchos y motivar la solidaridad para seguir sosteniendo todas las iniciativas. Partimos de una base constituida con fondos aportados por el Rector Mayor para comenzar la ayuda.
A partir de la convergencia de las organizaciones salesianas de alcance nacional, inspectoriales y de las comunidades locales estamos actuando con creatividad. Las comunidades tienen acciones inmediatas de apoyo alimenticio y de ayuda con elementos de higiene y limpieza.
Armamos un “mapa de la solidaridad” en la web porlosjovenes.org donde mostramos todo lo que hacemos en el país.
¿Qué están haciendo los salesianos?
Todas las acciones de las casas salesianas se vieron alteradas por la cuarentena decretada por el Gobierno.
Hay mucho sufrimiento en la gente más pobre que no tiene las condiciones mínimas para llevar adelante la cuarentena. Y la imposibilidad de hacer changas o las actividades de recolección y reciclaje en la calle, el trabajo doméstico y muchas cosas más, les impiden el ingreso económico para el sostenimiento diario.
Esa gente vive el día a día sin posibilidades ni ingresos ni trabajo estable y, menos aún, de ahorro que les permita sostenerse en este tiempo de aislamiento social y encierro.
Por eso el gobierno, ONG nacionales e internacionales, organizaciones de la sociedad civil y nosotros los salesianos nos pusimos a trabajar para hacer llegar alimentos y elementos de higienes personal y comunitaria para ayudar en la crisis.
Las comunidades salesianas están muy comprometidas con las autoridades y con la gente a nivel local.
Las casas están cerradas, pero las actividades se siguen desarrollando ¿Cómo viven esta situación?
Las parroquias, escuelas, centros juveniles están cerradas. Las actividades ordinarias del MJS y los oratorios también.
Están cerradas pero desbordadas de vida, de entrega, de entusiasmo y de creatividad.
Después del desconcierto inicial, todos hemos emprendido acciones solidarias para llegar a los más necesitados en las realidades locales. Nos quedamos en casa, pero nuestra solidaridad sale al encuentro de los que más lo necesitan.
Además de afectarse la acción salesiana en el corto plazo ¿Percibes que la misión salesiana se verá alterada por pandemia?
Las actividades tradicionales se han visto afectadas. Y seguramente muchas cosas que hacíamos antes, ya no podremos continuar haciéndolas. Las cosas van a cambiar y, quizá, para siempre. Tengo la impresión que sí y mucho.
Quedó a la vista que, en tiempos de incertidumbre y encierro, nuestras comunidades son fuertes y solidarias aún con recursos escasos para enfrentar la crisis. Pero tengo mis dudas respecto de los cambios profundos a los que nos tendremos que enfrentar.
Digo profundos porque hacen referencias a las mentalidades y creencias, a los modos de organización y animación, a las practicas pastorales y a los dispositivos pedagógicos. Creo que esto nos llevará más tiempo y que veremos los riesgos de retornos para abroquelarse en ciertas seguridades del pasado. Nos costará dejar cosas, aunque sea evidente durante la pandemia y después de ella, que ya no sirven más.
A las instituciones les cuesta cambiar. En el contexto de alta vulnerabilidad y mutabilidad de las formas conocidas es importante soltar, dejar, abandonar ciertas prácticas y tradiciones que ya son parte del “archivo”; incluso borrar determinadas prácticas sociales que ya no sirven (aunque en algún momento fueron oportunas y apropiadas) y reescribir nuevas gramáticas que habiliten otras formas de organización, de convivencia, de comunicación, de educación y pastoral.
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