Animadoras de las casas salesianas de Argentina Norte dicen basta a las formas de violencia que atentan contra su vida, libertad y felicidad. En el patio, protegernos y cuidarnos debe ser una prioridad.

Como Obra de Don Bosco en Argentina Norte nos sumamos a apoyar la iniciativa que han llevado a cabo 11 animadoras de nuestra Inspectoría, de la casa salesiana Domingo Savio y Vicaría Sagrado Corazón de Jesús. «Movilizadas por los feminicidios y las distintas violencias machistas que sufrimos a diario, por ser mujeres, decidimos transformar la tristeza, impotencia y bronca en compromiso, en mensaje de denuncia y a la vez, de esperanza», dice Agustina. Y reconoce que «sigue siendo un gran desafío no quedarnos sólo en la denuncia, sino también buscar la manera de transmitir un mensaje esperanzador».

Entendemos que para hablar de derechos y protecciones, es necesario hablar de políticas públicas. En el patio salesiano, éstas se expresan en los cuidados que cada joven recibe de su grupo, de sus coordinadores y de su comunidad. Identificar los cuidados y protecciones que hay -o no- en el patio, nos remite directamente a pensar en las violencias, acosos y malestares que muchas veces vivenciamos por el simple (y complejo) hecho de ser mujeres.

Es incómodo quizás leer esto, pero es necesario repensar las maneras en las que nos vinculamos, las formas en que nos miramos, lo que vemos, a quienes escuchamos, si todas las personas tienen voz… Hay muchas cuestiones en las que podríamos profundizar, pero creo que lo importante es poder pensar en que no sólo tenemos que ser respetadas y escuchadas por ser mujeres, sino por el simple hecho de ser personas.

Tenemos que ser respetadas y escuchadas no sólo por ser mujeres, sino por el simple hecho de ser personas.

Jesús nos da el ejemplo con sus miradas compasivas, su cercanía y sus escuchas, que no buscaban juzgar o señalar, sino acompañar en el camino. De hecho, invitaba a un proceso profundo de conversión, con palabras que sabían ser de acogida.

Esto fue lo que intentamos hacer varias animadoras con el video que publicamos hace unos días. Quisimos ser abrazo, acogida, escucha, y sobre todo, refugio. Refugio de tantas que se encuentran atravesadas por micromachismos cotidianos, que buscan silenciar y oprimir. No podemos ni debemos hacer oídos sordos a tantas violencias, es fundamental ponerlas en palabras. Así también es fundamental nuestro compromiso social en el día a día, en el patio, en las reuniones, y en todo momento, para contribuir con el bien común.

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No tiene que ser incómodo hablar de situaciones que han causado malestar, que te han hecho sentir mal, que te han generado sentimientos de tristeza, dolor e invasión para con vos… y si ha pasado algo que hizo que te sientas así, es importante que sepas que aquí estamos, hermanadas en el dolor, para escucharte y acompañarte en lo que sea que estés atravesando.

María es una grosa en muchos sentidos, pero algo que aprendo y admiro mucho de ella es que supo hermanarse con su prima. Ninguna entendía lo que sucedía, ninguna lo tenía del todo claro, pero María dejó todo para acompañarla y para atravesarlo juntas. Sería hermoso que este sentir de hermandad crezca y no sólo esté presente entre las pibas, sino también desde y con los pibes. La construcción de una Iglesia más igualitaria, la hacemos en Comunidad.

Agustina Díaz González – Rosario, Santa Fe

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