En los últimos años la industria vitivinícola experimentó un cambio importante.
En línea con la tendencia mundial, comenzó a hacerse foco en el terroir, en el lugar. La premisa pasó a ser la de reflejar las cualidades de la materia prima, las características de la uva y no enmascararlas con un recurso tan difundido como el de la madera.
Como parte de esta tendencia, se apeló también a métodos de elaboración menos invasivos y se puso el foco, además, en tratar de concebir el mejor exponente del terruño a partir del viñedo y no en la bodega.

Generalizando y sin caer en el ánimo de pecar de reduccionistas, la tendencia que se impuso en la Argentina fue la de hacer vinos con una fruta en primer plano, sin tantos artificios y sin la “commoditización” a partir de una barrica demasiado evidente.
En definitiva, lo “moderno“, no es más que un regreso a las raíces. En este marco es en donde se inserta la bodega Don Bosco con su nuevo ícono: Oreglia Malbec.
Se trata de una antigua bodega del Este de Mendoza, que creció y se expandió gracias al trabajo de los salesianos. Durante décadas, jugó un rol social clave, con impacto en la economía y producción de esa provincia, porque esta bodega también incluía una importante escuela de agricultura.

Esta etiqueta es un homenaje al sacerdote salesiano Francisco Oreglia, que se educó en esa escuela y posteriormente se perfeccionó en enología en Italia.
“Su pasión por la enseñanza enológica dejó profundas marcas en el desarrollo de la industria vitivinícola argentina. Su obra más importante fue la fundación en 1965 de la Facultad de Enología Don Bosco, que funciona en el mismo predio y que ha sido la cuna de los grandes enólogos argentinos”, destacan desde la bodega.
Lo interesante de esta historia es que la bodega convocó al consagrado enólogo Ángel Mendoza para encarar el proyecto de elaborar un vino ícono. Esta elección no fue caprichosa: Mendoza había sido alumno del propio Oreglia.
“Ángel aceptó gustoso y emocionado la misión de desarrollar un gran vino para hacer honores a su profesor y mentor. Porque, como él mismo dice, Francisco Oreglia fue en gran parte responsable de que dedicara su vida a la noble tarea de hacer vinos”, agregan desde la bodega.

Respecto del vino, un punto crucial es que fue elaborado “según las premisas del propio Oreglia, esbozadas hace 55 años. Se respetaron sus técnicas y prácticas, logrando un excelente resultado, que muchos de los actuales enólogos tratan de conseguir por vías más complicadas”.
Para elaborar Oreglia Roble Malbec 2012 se utilizaron uvas procedentes de viñedos propios, ubicados en Valle de Uco.
El resultado es un vino de sorprendente aromática, plagada de frutas rojas frescas, acompañada por una leve floralidad. Muchas veces el concepto “madera integrada” para describir un vino suele ser un lugar común, casi un cliché. En este caso, dicho concepto está 100% justificado. En boca es amplísimo, mostrando buen cuerpo, paso envolvente y buena jugosidad. Sus taninos están pulidos y su acidez, presente, refuerza la frescura. Cierra con un dejo a vainilla, pero con la fruta siempre llevando la batuta.

¿La conclusión? Un vino de alto vuelo que se consigue en vinotecas a un precio sugerido de $340 y que le compite de igual a igual a cualquier etiqueta consagrada en ese mismo segmento de precios. Y seguramente gane esa pulseada.

Así, en momentos en que muchos enólogos están aplicando la filosofía de la “vuelta a las raíces“, esta bodega, con una “receta” de hace medio siglo y la mano siempre sensible de Ángel Mendoza, logró un vino trascendente y que vale la pena descubrir. 

Nota de Juan Diego Wasilevsky
Editor Vinos & Bodegas iProfesional