Desde su infancia, el pequeño Jorge Bergoglio estuvo profundamente vinculado con la Familia Salesiana y el carisma de Don Bosco.
“No es raro que hable con cariño de los salesianos, pues mi familia se alimentó espiritualmente de los salesianos de San Carlos. De chico aprendí a ir a la procesión de María Auxiliadora (…) Cuando estaba en casa de mi abuela, iba al Oratorio de San Francisco de Sales”.
En el libro Francisco y Don Bosco, de Alejandro Ángel León sdb, se recopilan diversas cartas del Papa Francisco sobre su experiencia personal con los salesianos.
En las primeras cartas relata cómo su padre Mario José Francisco Bergoglio vivió en Turín y solía frecuentar la Basílica de María Auxiliadora. Cuando este llegó a la Argentina en 1929, se hospedó en la Casa Salesiana Don Bosco del barrio Congreso, anexa a la Iglesia Mater Misericordiae, conocida también como “la Iglesia de los Italianos”.
Durante esa estadía en Buenos Aires, conoció al Padre salesiano Enrique Pozzoli, quien se convertiría en una figura clave para la vida espiritual y familiar de los Bergoglio. Fue él quien lo presentó a la familia Sivori, en ese entorno conocería a Regina María Sivori, quien se convertiría en su esposa. El Padre Pozzoli sería desde entonces consejero espiritual de la familia y acompañante cercano en su caminar de fe. Este mismo sacerdote bautizó a Jorge Mario Bergoglio en la parroquia San Carlos del barrio porteño Almagro.
El joven Jorge también tendría un contacto directo con el mundo salesiano durante 1949, cuando cursó como alumno interno el sexto grado en el colegio Wilfrid Barón de los Santos Ángeles, en Ramos Mejía.
En una carta del año 1990, el futuro Papa Francisco destaca cómo la formación recibida en ese colegio contribuyó a consolidar en él valores como el trabajo, la honestidad, la responsabilidad y la alegría de vivir. La propuesta educativa salesiana —según recuerda— ayudaba a los jóvenes a crecer “sin miedo ni obsesiones”, en libertad y con el corazón abierto a Dios y a los demás.
“El ambiente era sano, alegre, lleno de afecto… El espíritu salesiano se respiraba en cada rincón. Todo nos invitaba a vivir con sentido, con esperanza y con fe”, resume Francisco en esa carta, en la que también expresa su especial aprecio por los sacerdotes y hermanos salesianos que lo acompañaron durante aquel tiempo de su vida.
En 1955, el Padre Pozzoli también tendría un rol decisivo en su discernimiento vocacional. Francisco recuerda que hubo un momento en que sus padres preferían que esperara unos años antes de ingresar al seminario, alentándolo a estudiar un tiempo en la universidad.
“Como yo veía en quién iba a terminar el conflicto, lo fui a ver al P. Pozzoli y le conté todo”, escribió Jorge.
Tal como lo intuía, la situación derivó en una reunión con el P. Enrique, quien, con gran delicadeza, habló al corazón de sus padres, ayudándolos a acompañar el camino vocacional de su hijo.
En 1976, durante las celebraciones por el centenario de la llegada de los salesianos a la Argentina, Jorge Mario Bergoglio, entonces provincial de los jesuitas, ofreció una conferencia en la Universidad del Salvador. En su intervención, destacó la trascendencia de la labor iniciada por los Hijos e Hijas de San Juan Bosco en el país:
“Los salesianos tienen alta conciencia de que son hombres de Iglesia: hombres de Iglesia que enseñan a amar a la Madre de todos. Hombres de la Iglesia que la comprenden en el tiempo y para la eternidad. Hombres de Iglesia porque son servidores del pueblo fiel, pronto a soldar las fracturas, a cubrir los abandonos y a estimular en la esperanzada alegría”.
Ya tras ser elegido Papa en 2013, Francisco tuvo varios encuentros con la Familia Salesiana. En su visita a Turín en 2015, durante el encuentro con los salesianos y las Hijas de María Auxiliadora, evocó con fuerza la figura de Don Bosco, recordando:
“Don Bosco cumplió su misión sacerdotal hasta su último suspiro, sostenido por una inquebrantable confianza en Dios y en su amor, por el que hizo grandes cosas”.
Animó a los presentes a proseguir con fidelidad el carisma recibido:
“El carisma de Don Bosco nos lleva a ser educadores de los jóvenes, realizando la pedagogía de la fe que se resume así: evangelizar educando y educar evangelizando”.
En esa misma ocasión, Francisco hizo un llamado a la misión:
“Hoy la Iglesia se dirige a ustedes, hijos e hijas espirituales de este gran santo, y de modo concreto los invita a salir, a ir siempre de nuevo a encontrar a los muchachos y los jóvenes allí donde viven: en las periferias de las metrópolis, en las áreas de peligro físico y moral, en los contextos sociales donde faltan tantas cosas materiales, pero, sobre todo, falta el amor, la comprensión, la ternura, la esperanza”
También en su mensaje al Capítulo General XXVII, exhortó a los salesianos a mantenerse en salida, con ternura y audacia:
“La evangelización de los jóvenes es la misión que el Espíritu Santo les ha confiado en la Iglesia (…) La experiencia de Don Bosco y de su sistema preventivo les sostiene siempre en el compromiso de vivir con los jóvenes. La presencia en medio de ellos se distingue por la ternura que Don Bosco llamó amorevolezza, experimentando incluso nuevos lenguajes, pero sabiendo bien que el del corazón es un lenguaje fundamental para acercarse y volverse amigos suyos”.
En diversos gestos, palabras y recuerdos, Francisco dejó ver cómo la semilla sembrada por Don Bosco en su infancia dio frutos abundantes en su vida y en su servicio pastoral.
Hoy, con profunda gratitud y afecto, la Familia Salesiana recuerda a quien fue el primer Papa de las periferias, a un pastor con olor a oveja. Su cercanía, sus gestos de ternura, su palabra firme y esperanzada, dejan una huella imborrable en el corazón del pueblo.
Fuente: León, A. (2014). Francisco y Don Bosco: escritos de Jorge Bergoglio sobre su experiencia personal salesiana (1.ª ed.). Don Bosco.