Hasta el mes de julio el P. Miguel Ángel García formaba parte del Discaterio de la Pastoral Juvenil de la Casa General de Roma. En estos días volverá a España para ejercer como Director de una comunidad en la localidad de Santander, pero antes de regresar estuvo dictando cursos de Ejercicios Espirituales y Acompañamiento para Jóvenes. Sobre este último tema dialogamos con él.

¿En líneas generales qué es lo que se tiene que tener en cuenta para un buen acompañamiento?

En primer lugar los educadores tenemos que creer en el acompañamiento, estar entre los jóvenes, buscar el encuentro personal y tener el deseo de que ellos crezcan en su vida humana y en su vida cristiana. Si no hay presencia, no hay acompañamiento, en otras palabras si no estás en medio de ellos no podes ayudar. En segundo lugar los educadores debemos tener algún tipo de competencias en este campo. Hay que prepararse, conocer el mundo juvenil y los problemas que ellos están viviendo en este momento, conocer el contexto familiar, afectivo, como rezan ellos etc. Para lograr esto hay que estudiar, capacitarse, uno no puede improvisar.

¿Cómo se cultiva el arte de escuchar?

Yo siempre digo que a nadar se aprende nadando, a escuchar se aprende escuchando y generando los espacios para tal fin. Esto implica tener una gran humildad, siempre está la tentación de decirle al otro lo que debería hacer.
Tenemos que aprender el lenguaje de los jóvenes. Ellos te pueden decir que no le encuentran sentido a su vida, quedando en silencio o con la indiferencia. Por eso a ese lenguaje hay que entenderlo y poder darle una respuesta como educadores. El acompañamiento siempre es un espejo, te reflejas en alguien y ese alguien también te devuelve ese reflejo.

El tema de la charla coincide con el Aguinaldo del 2018

El aguinaldo es un estímulo para la Familia Salesiana, es una manera de subrayar un elemento en la vida pastoral o en la vida salesiana en general. Así como fue el tema de la familia en el que caminamos a la par de la Iglesia, con el acompañamiento de los chicos pasa lo mismo.

El Sínodo de Obispos del año que viene también habla del discernimiento vocacional ¿Cómo se acompaña en estos casos?

El acompañamiento tiene como finalidad que la persona se ubique en el mundo, y para ello necesita un espacio de reflexión, que para el cristiano eso se llama discernimiento, y esto siempre lleva a la toma de dicisiones.

¿Entonces porque existe esta falta de vocaciones para la vida consagrada?

Por diversos factores. De tipo personal, de tipo social y de tipo generacional. Ciertamente si no existe el espacio de acompañamiento es muy difícil que el joven pueda tomar una opción, y para ello se necesita un espacio de reflexión.

¿Cómo ve el rol de la familia en este caminar junto a los jóvenes?

Claramente ha cambiado mucho el mapa de lo que era una familia tradicional. Y tenemos dos posturas. O bien lamentarse, condenar y decir esto no está bien o por el contrario ubicar a los jóvenes en la conformación familiar que tienen en estos momentos y dialogar, acompañarlos.

¿En este discernimiento cómo se hace para acallar los ruidos de un mundo hiperconectado?

Hoy en día en un mundo tan acelerado uno tiene que buscar espacios para parar, para reflexionar. En una vida tan acelerada es muy difícil encontrar paz interior y que se pueda ver una luz. El gran peligro que veo en las sociedades modernas es que vivimos para el trabajo, vivimos para el hacer con un mundo lleno de contactos a través de las redes. Por eso en el estrés o en la vida rutinaria es muy difícil cumplir compromisos de por vida, como puede ser la vida consagrada o el matrimonio, para ello se necesitan estos espacios de reflexión, como los retiros espirituales o los talleres de acompañamiento.