El voluntariado deja momentos, fotografías mentales, espacios, palabras, aprendizajes. Marcas indelebles en el corazón de Vero y de todos los que se animan a experimentar la felicidad del servicio por amor. 

Mi nombre es Verónica Leonardi, tengo 20 años y pertenezco a la escuadra Nº 13 “María Mazzarello” en Córdoba.

En esta oportunidad quería invitarles a hacer un paseo, un paseo hacía mi corazón para ir compartiéndoles aquellos momentos que atesoré de la experiencia del voluntariado en el “Patio Bosco” (Corrientes) del 22 al 31 de Enero. Y animarles a vivirlo.

Este lugar de mi corazón se llama “Viviendo al ritmo de un soñador”, lema elegido para este Patio Bosco 2020. Cuyas palabras esconden aquellos momentos que irían revelando un Dios vivo a lo largo de los días compartidos.

Por este lado, les invito a ver estos momentos:

* Agustín, encargado de los voluntarios, yéndonos a buscar a la terminal el primer día. No quedamos en un lugar de encuentro pero él al vernos, se bajó del auto y nos dijo con mucha certeza:

“ustedes son salesianas”. 

* La charla con Edgar, el pibe de unos 8 años, que me dijo cuando volvíamos del oratorio que había que jugar como Jesús lo hacía y me explicaba cómo.

 

* Las charlas con los voluntarios, donde cada uno compartía la manera de vivir la cultura de donde venía. Y cómo aprendíamos de esta riqueza de nuestro país. Por ejemplo, los debates sobre las pronunciaciones de ciertas palabra como “pollo”; si se decía posho, pollo o poio.

Por este espacio, encontramos estas pinturas que intentan captar momentos justos:

* Los pibes corriendo con sus brazos tendidos a ser abrazos y con la taza en mano. Listos para el encuentro.

* El día que llovió, cómo con manteles haciendo de techo, llevábamos a los pibes a su casa.

* El abrazo que nos dimos todos los animadores antes de salir a los oratorios, encomendándonos a nuestra Madre y enviándonos.

* Yéndonos del barrio el ultimo día, con el cielo pintado de rosa y celeste. Signo de que nuestra Madre había estado todos esos días de oratorio con nosotros, sus hijos.

 

En esta parte encontramos un juego de palabras que buscan de manera tierna compartir lo causado:

Corrientes, 

corrientes que movilizan e interpelan, 

movilizan la existencia e interpelan el corazón,

a un ritmo de un soñador. 

 

Y en este lugar, algunos de los aprendizajes que me gustaría compartir:

* El servicio y el encuentro no solo es en el oratorio, sino un estilo por el que optamos para llevarlo en cada momento y a cada persona.

* Sentir el amor y la pasión que había en el servicio de muchas manos que se vieron como de aquellas que no, pero que nos hacían sentir cuidados y amados. De la mano de esta impresión, traigo mi primer pensamiento que tuve antes de realizar el voluntariado y fue el de irme lo más lejos de casa y desde el primer día tuve el sentimiento de estar en familia, lo que me hizo pensar que estaba en casa.

* El voluntariado o la misión es siempre con otros, y en comunión con Jesús.

* Poder encontrar una mirada más fresca de mi opción cristiana, de que no lo soy por herencia o tradición sino por experiencia y vivencia. Porque reconocí a un Dios vivo en el patio, en las pibas y en los pibes. Y quiero seguir optando por reconocerlo en los distintos patios de la vida, y en mis hermanos/as.

* Haber contemplado en el silencio, en la escucha, en la mirada, cómo el evangelio salía de las palabras y se hacía acción, pintándose de cultura, de rostros, de nombres, de momentos. Pudiendo reconocer a un Dios que muere y vive constantemente. Un Dios que voluntariamente muere, para traer su vida. Para hacer de algo imposible, posible. Me invitó abrazar su misterio, a dejar de lado el cómo, y me hizo sentir.

 

 

Estos son los espacios que he creado en esta parte de mi corazón, les agradezco por haberme acompañado a este lugar que se ganó el Patio Bosco. Espero que les haya gustado, y sobre todo, que se animen a crear su propio espacio con resonancias de algún voluntariado o misión.

Por último, quiero agradecer este regalo de Jesús, esta propuesta de los Salesianos, a mi familia que me acompañó en todo momento, a mi escuadra que me envió, a mi amiga Paula Iglesia, que compartimos la misión, al MJS de Corrientes, que buscando irme lo más lejos de casa, nunca me hicieron sentir fuera de ella y a los voluntarios/acompañantes, que hicieron del estadío, un hogar.

 

Vero Leonardi, exploradora en Córdoba.