Las redes sociales forman parte del paisaje cotidiano, especialmente para niños, niñas y adolescentes. En ellas se expresan, se encuentran, buscan pertenecer, crear e identificarse. Pero también pueden sentirse expuestos, exigidos, comparados o profundamente solos. No son solo herramientas: son escenarios donde se juega buena parte de la construcción de sentido, de autoestima y de identidad.

En Argentina, el 46 % de los jóvenes entre 16 y 24 años se siente abrumado por el uso de redes sociales.  Un 73 % de la población cree que las redes generan estrés y el 42 % señala la agresividad online como una de las principales preocupaciones. Además, el 41 % de los jóvenes entre 18 y 34 años manifiesta sentirse angustiado o “en lucha” con su salud mental .

Frente a este escenario, el Papa Francisco propuso un estilo de comunicación que vaya a contracorriente. En su mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2025, afirma:

“El contexto actual requiere una comunicación que no ceda a la agresividad, que no se limite a gritar para hacerse oír, que no se construya sobre oposiciones artificiales, sino que se inspire en el estilo de Dios, que actúa con mansedumbre, cercanía, con compasión y ternura.”

Este llamado interpela directamente al mundo digital, tan lleno de ruido, opiniones enfrentadas y presión por mostrarse. En esa misma línea, el documento Comunicar amigablemente con los jóvenes de hoy, elaborado por el Dicasterio de la Comunicación de la Congregación Salesiana, recuerda que:

“La comunicación salesiana debe reflejar el estilo del Buen Pastor (…), con cercanía, empatía, capacidad de escucha, diálogo real, respeto y afecto.”

Estas palabras no son solo principios para los que animamos la comunicación, son pistas valiosas para todos: familias, docentes, animadores, jóvenes. Esto nos invita a preguntarnos, ¿qué tipo de presencia estamos teniendo en los entornos digitales? ¿Cómo acompañamos el mundo interior de los chicos y chicas que habitan estos espacios? ¿qué les decimos —o qué callamos— cuando vemos que el teléfono reemplaza a la palabra o al encuentro?

No se trata de demonizar las redes ni de dejar de usarlas. Pero sí de preguntarnos cómo las habitamos y qué tipo de vínculos construimos en ellas. Tal vez podamos empezar por pequeñas decisiones cotidianas: escuchar sin prejuicios, sabiendo que detrás del exceso de pantallas puede haber soledad o miedo; educar en libertad interior, ayudando a discernir lo que hace bien y lo que daña; fomentar vínculos reales y presenciales; cuidar a quienes están más frágiles, promoviendo espacios seguros y de acompañamiento profesional. Y, sobre todo, comunicar con ternura, con palabras que no hieran, sino que sostengan y animen.

Don Bosco soñó con un patio donde cada joven pudiera sentirse en casa, reír, crecer, descubrirse amado. Ese patio hoy también se extiende al mundo digital. Estar presente no es correr detrás de cada tendencia, sino ser presencia significativa en medio del ruido. Una presencia que escuche, que cuide, que invite a vivir con libertad y esperanza.

 1) Voices! (2024). Encuesta sobre redes sociales y estrés en Argentina. https://www.voicesconsultancy.com/Prensa/Encuesta-de-Voices-muestra-que-4-de-cada-10-argentinos-sienten-que-las-redes-sociales-abruman
2) https://sapienlabs.org/global-mind-project/
3) Papa Francisco (2025). Mensaje para la LIX Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/communications/documents/20250124-messaggio-comunicazioni-sociali.html
4)  Dicasterio para la Comunicación Social, Salesianos (2020). Comunicar amigablemente con los jóvenes de hoy. https://archive.sdb.org/Documenti/Com_Soc/documenti/pdf/docgen25ES.pdf