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A nivel mundial los Salesianos de Don Bosco están revisando un documento congregacional sobre la Formación llamado sintéticamente Ratio. En él se piensa, entre otras cosas, la identidad del salesiano y su proceso formativo. Para este trabajo se han enviado una batería de preguntas a los religiosos, a los laicos y a los jóvenes. La franja de los adultos ha sido previsible, pero los jóvenes tienen esa mirada fresca y realista que no deberíamos dejar de lado. Un hermano que vive y trabaja en Uganda me comentaba lo siguiente, que nos puede servir de propuesta y de sensatez:

Los jóvenes de su comunidad (Palabek, lugar de oportunidad de refugiados) le escriben al Director de la obra, como una especie de respuesta a la renovación de la Ratio, pidiendo que el Hermano Máximo se quede con ellos, sin tener otra obligación en la Escuela Profesional (llamémosle, cargo, responsabilidad, oficina, empresa) para que les pueda enseñar música y formar una banda como lo quería Don Bosco. Nada más. Los jóvenes entendieron muy bien lo que significa ser salesiano.

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Quizás esté simplificando el argumento, pero pienso que ese debería ser la forma de ser salesiano. Me pueden criticar (con certeza) esto que acabo de decir y diseñar una respuesta perfecta del trabajo del salesiano entre los jóvenes, que no se reduce a enseñar música…pero, ¿lo podemos pensar un segundo? ¿Se imaginan si cada salesiano es presencia de esa forma tan simple y tan sublime de estar entre los jóvenes? Alguien dirá, ¿quién va a organizar todo? Pienso que hay excelentes personas que trabajan con nosotros que son idóneas para realizar esa tarea. Tendríamos que dejar a los salesianos libres de tareas ejecutivas y de dirección. Puestos, cargos, rangos, “responsabilidades” …trabajar gratuitamente sin importarnos del sueldo
suculento o del amparo de la jubilación.

Solamente enseñarles música, o carpintería, o algún deporte, o filosofía, o buenos modales, o cultura general, o teatro, o computación, etc. Los llevaríamos a los parques de nuestras ciudades, a los museos, a los teatros, a los estadios, a los templos. Rezaríamos con ellos. Paralelamente, irán a la escuela, a la universidad, se divertirán, se pondrán de novios, se casarán, serán felices…

Pero todo tiene que empezar por una clase de música.
Y en esto no tenemos que ser ambiciosos, ni querer salvar a todos, ni ser los mejores, ni competir, ni dejarnos llevar por el triunfalismo, ni por la soberbia, ni por la estupidez.

Por: Hno. José Sobrero sdb