María Mazzarello desarrolló su tarea como educadora junto a las jóvenes de Mornese. Dos siglos después, un grupo de Concepción del Uruguay sigue sus pasos.

María Mazzarello (1837-1881), llamada cariñosamente «Maín», vivió una infancia y juventud de mucho compromiso y entrega. Por ser la mayor de 7 hermanos, colaboraba en las tareas del hogar y el cuidado de los más pequeños. A su vez, trabajaba con su padre en la viña y tenía tiempo para ayudar a otras familias del pueblo, ser catequista de su parroquia y hacer grupos festivos con las niñas y jóvenes de Mornese.

El Tifus debilitó su salud y le impidió continuar con las tareas que requerían mayor fuerza física. Con 23 años, aprendió técnicas de corte y confección junto a su amiga Petronila para luego comenzar a enseñar a las niñas más pobres de Mornese a coser, bordar, leer y escribir en diferentes talleres.

Algo similar sucede en pleno siglo XXI, en la ciudad entrerriana de Concepción del Uruguay. Como Maín y Petronila, hoy Celia y Mica cuentan cómo es trabajar con las chicas.

Ambas pertenecen al grupo Maín que funciona en el Bº La Higuera de Concepción del Uruguay desde 2015. Celia está desde los primeros días y junto a Mica (actual coordinadora) nos cuenta sus raíces y propósitos. “Maín es un grupo de chicas para chicas, desde los 11 años en adelante. La particularidad es que son todas chicas del barrio Laura Vicuña y La Higuera, se conocen entre sí y la mayoría pasó por el oratorio”, dice Celia.

Pasar, mirar y conmoverse

Algunas animadoras del oratorio sentían que su ciclo en el grupo estaba cumplido y querían hacer otra cosa. Se reunieron con el P. Horacio Záratte, quien les dijo que pusieran esta inquietud en oración.

Un día, una de las animadoras se encontró con una niña de 13 o 14 años que estaba embarazada. Conmovida por la realidad de la pequeña y como había varias en la misma situación se preguntaron de qué manera podrían ayudarlas. La respuesta llegó casi inmediatamente:  «Bueno, vamos a ir acá por las chicas porque no hay un espacio para ellas, no hay un lugar que las pueda contener». 

Al principio era un grupo sin nombre, y en las reuniones con el P. Horacio surgió «lo de Maín». 

“Trabajamos con chicas en un espacio común, que era lo que hacía ella en su tiempo. Elegimos su modelo para seguir”.

WhatsApp Image 2021-05-05 at 13.05.20 (2)

En los inicios se reunían en el barrio, pero luego comenzaron a buscarlas y los encuentros se trasladaron al predio de la obra salesiana de Concepción, «para mostrarles que hay un montón de posibilidades y ayudarlas a construir su proyecto de vida«, explica Micaela. Asegura que «les costaba verse a futuro fuera del barrio o haciendo algo más». 

Muchas dejan la escuela en primer año (del secundario) y “se quedan en el barrio”, en lo conocido, en la maternidad temprana, las situaciones de violencia y de vulnerabilidad social.

 

Entre las actividades que realizan, se cuentan los talleres de  cocina o peluquería que convocan a muchas chicas, las tardes de charla y oración y los campamentos que las encuentran de otro modo. Mica y Celia explican que estas instancias han sido el punto de partida para diferentes acciones. 

Un “seño, yo no traje cepillo porque no me lavo los dientes” desembocó en una campaña de higiene bucal y cada niña recibió un cepillo de regalo. En otra ocasión, las adolescentes recibieron con alegría una charla sobre educación sexual integral. Micaela expresa que la intención es “seguir invitando a profesionales ginecólogas, asistentes sociales, alguien que les hable. Para nosotras puede ser común saber pero ellas no tienen a alguien que les esté enseñando sobre esas cosas”.

¡Tenemos salita!

Actualmente cuentan con su propio espacio allí en el barrio. «Tenemos nuestro lugar y eso ayuda a seguir forjando una identidad», celebra Celia, agregando que dentro del barrio, las familias identifican al grupo y tienen confianza para con ellas. Esto no fue difícil, ya que las conocían del oratorio. Pero «poder ser conocidas como ‘las chicas de Maín ’ es muy gratificante; además que todo eso genera cierta expectativa en las más chicas sobre qué es lo que hacen ahí que a todas las ‘más grandes’ les gusta ir».

 

 

El 2020 supuso un freno en seco para los grupos juveniles y Maín no fue la excepción. Las actividades cesaron un día, pero el barrio siguió en la mente y el corazón de las animadoras, quienes buscaron maneras de estar presentes y a su vez, comenzar a trabajar entre ellas para volver con energías renovadas. Durante ese tiempo, se sumaron nuevas animadoras y animadores al grupo. 

«Antes era complicado que hubiera animadores varones porque era un grupo de mujeres y para mujeres, pero éramos tres animadoras que no dábamos a basto y dijimos: busquemos alguien que se quiera sumar. Así es que Wenci y Tomi se sumaron activamente, aunque ya ayudaban desde otro lado, como preparar la merienda o estar ahí acompañándonos a las animadoras sin ir físicamente los sábados».

Mornese aquí y ahora

Hasta que el día llegó. El 3er sábado de abril de 2021 tuvieron su primer encuentro del año. Ya en el barrio, con ideas y caritas nuevas. Compartieron una tarde de oración y juegos variados para todas las edades, además de realizar dinámicas con el fin de poder conocerse y compartir entre sí.

Habiendo dado el primer paso de este año, las expectativas son claras e importantes, poder realizar Maín todos los sábados hasta fin de año. Además decidieron implementar una dinámica completamente nueva: compartir un sábado todas juntas, el siguiente con las más grandes (16 a 20 años), la mayoría mamás; el que le sigue con las más chicas, y el ciclo vuelve a iniciar. 

Así es como sábado a sábado, encuentro tras encuentro, son más las chicas que se suman al grupo con diferentes edades, realidades y experiencias de vida. Ahí encuentran la contención, la amistad y la escucha que necesitan. Así lo hizo Madre Mazzarello hace muchos años, pero en verdad, esa necesidad está más viva que nunca.

Por: Lucas Regner

GRACIAS a:

                Celia, Micaela y todas las chicas de Maín, que trabajan a diario por las niñas y jóvenes. ¡Feliz día!