Llega una nueva producción musical dedicada al santo de los pobres y enfermos. Leé el comentario acá
Por: Stefan Crescia
La canción “Zatti camino a Dios” surge como el desafío de ofrecer un material con aire más festivo, más movido, a contrapartida de la también hermosa canción “La aventura de sanar”. Ninguna buscó ser mejor que la otra, simplemente complementarse en este doble rostro que tiene la espiritualidad salesiana, la cual Don Zatti supo encarnar muy santamente.
La letra busca reflejar la identidad de nuestro nuevo santo salesiano, resaltando rasgos oratorianos que se supieron hacerse vivos en el Hospital de Viedma: las camillas eran su patio, una sonrisa sus buenas tardes. Lo cotidiano, los pobres, y la santidad-a-la-mano todos aspectos que el mismo Don Bosco atravesó de Dios y santidad en Valdocco.
Por otro lado, vale resaltar una dimensión que el cristianismo no debe olvidar: los contratiempos y las adversidades. La Cruz, símbolo cristiano por excelencia, sabe contener la Muerte y la Vida, ya que allí Cristo hizo experiencia de una y otra. Gracias a ello todo cobra sentido en la vida cristiana y en el discipulado del Maestro, que en la historia de Don Bosco tiene un paralelismo peculiar en el conocido sueño de las rosas con espinas, en donde los allegados veían caminar a Don Bosco sobre rosas, pero nadie notaba las heridas que causaban sus espinas. Ese vínculo entre la Rosa y la Espina, la Vida y la Muerte, Don Zatti lo encarnó en numerosos contratiempos que tuvo la administración del Hospital: hizo la experiencia del Crucificado, y el Amor lo supo redimir.
Por último, el puente es una plegaria al santo viedmense, un pedido de claridad evangélica en estos tiempos que tanto desconciertan. Esperanza para no caer en derrotismos, coraje para vivir el Evangelio y corazón para enmarcar toda experiencia. Al mismo tiempo, el estribillo quiere condensar la idea de Don Zatti como remedio de Cristo, es decir, como parte del plan de Cristo de sanar al Hombre, aquel que desde sus inicios anhela Amor, anhela a Dios.
El trabajo de composición es más que satisfactorio. Con Isaac nos complementamos de manera extraordinaria. Solemos comenzar el trabajo con algún escrito que yo le comparto, a partir del cual él lee y relee a fin de buscarle la melodía adecuada a lo que expresa el escrito. Al mismo tiempo nos acompañamos en el proceso creativo, esto es, compartimos entre nosotros lo que nos va suscitando lo que el otro crea. Isaac comenta el escrito, y yo comento lo musical. Entre ambos hacemos el intento de estar en sintonía con aquello que pide la canción que se va gestando, y esto lo hacemos con sinceridad y sencillez. La letra no sería lo mismo sin la música que la hace bailar, y como tampoco sería lo mismo la música sin la letra que la hace hablar.