La vida es misión. La misión: ser amigos, volvernos cercanos, estar disponibles. En el mes de la amistad, el equipo de Animación Misionera nos acerca algunos pensamientos en esta clave.
“Un amigo es el que no te deja tirado en las malas”, afirmó con seguridad Nelson una tarde cualquiera en el barrio mientras compartíamos la merienda y reflexionábamos sobre la amistad. Los otros pibes lo miraban atentos. Es que su voz potente rompía el silencio en la capilla e invitaba a escucharlo.
Las palabras de Nelson -quien muchas veces sintió en carne propia lo que es “que te dejen tirado” pero también experimentó el amor en forma de amistad- me remitieron inmediatamente a la parábola del Buen Samaritano, que me llevó a pensar que ser amigo es hacerse prójimo. Y pienso además que la misión invita a tener un corazón dispuesto que nos haga prójimos de forma constante.
Un amigo es el que no te deja tirado en las malas.
En otras palabras, el Buen Samaritano de la parábola que narra el Evangelio de Lucas es una invitación a ser amigos, a actuar como amigos. Si un amigo es aquel de quien conocemos tanto virtudes como defectos y aun así lo estimamos, lo queremos, entonces la amistad es capaz de derribar cualquier prejuicio o rencor, es capaz de sanar heridas, de abrazar y de generar profundos lazos.
Este darse de forma desinteresada es el que puede despertar la amistad y el afecto en el corazón de la otra persona para también hacernos capaces de recibir lo que el amigo quiera darnos o confiarnos. Como lo hizo Don Bosco en su juventud con su amigo Luigi Comollo, con quien tanto bien mutuo se hicieron.
“Desde aquel tiempo tuve un íntimo amigo y puedo decir que fue de él de quien comencé a aprender a vivir como cristiano. Puse toda mi confianza en él, y también él en mi; el uno tenía necesidad del otro. Yo de ayuda espiritual, él de ayuda corporal”, narra Don Bosco en las Memorias del Oratorio. Y esto da cuenta de lo importante que es tener alguien en quien confiar, y a su vez lo trascendental que es engendrar la confianza en el corazón de la otra persona.
Creo que los amigos también son eso: quienes nos ayudan a ver las cosas de otra manera, quienes nos van ayudando a completarnos, a ser mejores, a crecer.
Si comprendemos que todos tenemos una misión en esta Tierra, resuenan las palabras de Jesús: “no hay amor más grande que dar la vida por los amigos”. Cuando acogemos este llamado a la misión, el dar la vida se expresa en la escucha, en el tiempo, en el rezo, en el compartir, en el perdonar y en el abrazar la vida de la otra persona.
Iván Rodríguez
Equipo de Voluntariado y Animación misionera ARN