El salesiano Fernando Lezcano recibió la ordenación sacerdotal por imposición de manos de Monseñor Mario Cargnello, Arzobispo de Salta.

Fernando Lezcano, salesiano de Don Bosco, recibió la ordenación presbiteral en la Eucaristía celebrada por Mons. Cargnello en la Capilla María Auxiliadora de Salta, el 10 de abril de 2021. Sus familiares y amigos acompañaron este momento de manera presencial y virtual, a través del canal de YouTube Salesianos ARN.

Bajo el lema por él elegido «No cualquier agua calma la sed», Fernando dio un importante paso vocacional, por el cual concluye la etapa formativa y es consagrado sacerdote. Todo de Cristo, se entrega con carisma salesiano a la juventud vulnerada para ser padre, maestro y amigo.

Un regalo de Jesús para la comunidad

Tras la lectura del Evangelio, Mons. Cargnello reconoció que la ordenación presbiteral de Fernando surge como «regalo del Resucitado», quien ya nos donó su cuerpo, su sangre y su Espíritu. Así, expresó que los sacerdotes deben descubrir que son regalos para la Iglesia, «no por lo que cada uno de nosotros es, sino porque Jesús ha puesto la mirada en nosotros,  en vos (Fernando) y te quiere dar como amigo, como testigo suyo a los demás. Eso es motivo de gran alegría».

Llamados a ser amigos del Señor

“Como sucede en los vínculos humanos- dijo el Arzobispo- el amigo habla del Amigo sin nombrarlo pero esa marca está en la vida. Nosotros que nacimos de la Pascua del Señor, estamos llamados a entrar en el misterio de la salvación tan de cerca como San José, que estuvo tocando el misterio. A nosotros también nos toca crecer en la conciencia de ser amigos del Señor y vivir intensamente esa realidad en la comunidad presbiteral a la que pertenecemos.”

Signos de sus llagas

También el celebrante afirmó que «tocar las llagas del Señor es aceptar la realidad de la humanidad de Jesús». Así lo hicieron los primeros salesianos que llegaron a tierras argentinas, ellos «no tuvieron asco de tocar la humanidad de Jesús, metiéndose en lugares desconocidos, inhóspitos, peligrosos. Para ellos todo ser humano es signo de las llagas del Señor».

Luego agregó: «El que dice realmente de cara a Dios ‘Señor mío y Dios mío’, aceptando su humanidad y su divinidad, tiene fuerza para ser testigo toda la vida, como Tomás, los apóstoles y nuestros santos».

Tiempo de esperanza

Mirando la figura de los santos, frutos del mismo Dios revelado, Monseñor recordó a Ceferino Namuncurá. Este joven, que quería ser útil a su pueblo, encuentra su lugar en el Pío IX. Allí, donde «se siente respetado, reconocido y sus habilidades son ponderadas, se enamora de Jesucristo». Confesó que «la escena de él enfermo en el hospital, en Roma, mirando por la ventana al sagrario de la capilla a mí siempre me impresionó. Porque ahí estaba la fuerza de Ceferino, una fuerza que no brota de las opciones humanas sino de una amistad en serio con el Señor y que marca el legado salesiano a la Argentina».

«El nuestro es un tiempo hermoso porque es el nuestro. Nos toca enfrentar este tiempo porque el Señor sabe que lo vamos a poder hacer, si confiamos en Él. De nada vale que nos quejemos. Hay que mirar para adelante y hacerlo con el entusiasmo que te lleva a sonreír a comprometerte y a hacer la opción por la educación de la persona en su integridad».