Hoy celebramos la fiesta de Miguel Rúa, un pibe más del oratorio que se hizo como Don Bosco, padre de muchos.

Siempre la figura de Don Bosco nos ha cautivado, pero sabemos que este no hubiera hecho tanto bien si no hubiese contado con una comunidad que lo sostenga ante tantas dificultades. Hoy 29 de octubre queremos recordar a un santo del trabajo silencioso y de una espiritualidad profunda, quien tuvo uno de los desafíos que en su época se veía como imposible: ser el sucesor de Juan Bosco al frente de la congregación salesiana. Hoy queremos hacer memoria del beato Miguel Rúa.

Miguel Rúa nace el 9 de junio de 1837, su padre es Juan Bautista Rúa y su mamá, María Ferrero. Tiene cuatro hermanos y una hermana. En 1845 muere su padre, él tiene 8 años. En este mismo año conoce a su maestro espiritual: Don Bosco, que se encontraba haciendo Oratorio por los alrededores. Miguel asiste a uno de aquellos y desde entonces comienza a ser un joven habitual del oratorio.

Luego de ese encuentro con el santo, el oratorio marcará su vida en tantos episodios, como cuando presta servicio junto a los pibes del oratorio en la pandemia del cólera que afectó a gran parte de Italia. Miguel encuentra a un gran amigo oratoriano, Domingo Savio. La muerte de este compañero tan joven le causa un dolor muy grande.

Mientras tanto, Don Bosco va formando a Miguel de a poco para poder ser uno de sus salesianos.

Salesiano de Don Bosco

En el año 1855 realizó sus primeros votos como salesiano de manera privada en manos de Don Bosco. Siendo tan jovencito integró el primer consejo de la congregación y le confiaron la dirección espiritual de la congregación. Era muy admirable la fe y la piedad de Miguel, que era un testimonio para otros salesianos. En el 1860 es ordenado sacerdote en manos de monseñor Balma, obispo auxiliar de Turín.

Durante su vida como salesiano consagrado fue un testimonio de fidelidad al proyecto de Dios y a los compromisos asumidos. Su vida fue y es un ejemplo de humildad y de sencillez desde sus expresiones hasta su forma de vestir. La vida de Don Rúa gestaba su santidad desde la extraordinariedad de lo cotidiano.

Cuando Don Bosco lo nombró director de la obra en Mirabello, le dio un consejo que marcó su vida: que se haga «querer antes que temer”. Esta fue una regla de vida para nuestro beato. 

Un episodio curioso de la vida de Miguel es que en el año 1867, debido al desgaste físico sufrido, enfermó gravemente. Tal es así que muchos pensaron que se acercaba la hora de su muerte, por lo que llamaron a Don Bosco. Este, al arribar al lecho de su cama le dijo: “Miguel, aunque te tire de la cama no morirás”.

La vida de Rúa trascurrió siempre siendo la mano derecha de Don Bosco en la congregación, procurando el bien de los jóvenes. Así es como recordamos lo que le dijo una vez el santo: 

«Tú y yo haremos todo a medias».

DON_BOSCO_en_Barcelona_1886

Aunque muchas veces su actuar sencillo y muy silencioso lo hace pasar como desapercibido, podemos verlo en las fotos con Don Bosco, siempre presente en los momentos significativos de la congregación.

Primer Rector Mayor

1892-n2-2

En 1888, tras la muerte de Don Bosco se pensó que su proyecto se venía abajo. Don Rúa tenía miedo de aceptar el cargo y le pidió al Papa que lo exonere de semejante responsabilidad. 

Empezaron a surgir algunas ideas de los miembros de la cúpula de la Iglesia, sugirieron unir a los salesianos con alguna congregación que se dedicara también a los jóvenes. Pero al final, su Santidad León XIII encomendó la congregación a Don Rúa, sugiriéndole que cese un poco con la expansión y la creación de las casas de la congregación. Este consejo fue totalmente “desobedecido” no por Miguel sino por la Providencia que siguió suscitando salesianos en todas partes del mundo. 

El primer compromiso de Miguel fue mantenerse fiel a la idea y el proyecto que nuestro Dios había inspirado en Don Bosco. Además, tuvo que hacerse cargo de las deudas de la congregación que ascendían a las 600 mil liras (5,8 millones de pesos argentinos). 

Como Rector Mayor visitó un sinfín de países en donde la congregación se iba expandiendo tales como: España, Bélgica, Argelia, el Medio Oriente, etc. 

Se preocupó mucho de la formación de los salesianos, tanto de los estudios filosóficos como de los teológicos, y de la misma manera por proveer de recursos a los misioneros que partían hacia tierras nuevas, para poder llegar a los jóvenes de todo el mundo.

Estuvo al frente de la congregación por 22 años y durante este tiempo enfrentó muchas situaciones delicadas de la sociedad y los desafíos de la congregación en el mundo. En 1910 su vida comenzó a apagarse. Murió el 6 de abril de ese año por una miocarditis.

Don Rúa, beato

La congregación de la mano de la providencia y de Don Rúa se había quintuplicado.

Los Salesianos de 773 pasaron a ser 4.001, las Casas de pasaron 58 a 387, los países en los que estaba presente la obra salesiana pasaron de 9 a 38, y las Hijas de María Auxiliadora crecieron de 466 religiosas a 2.716. 

Un crecimiento exponencial en su periodo como Rector Mayor.

Fue beatificado el 29 de octubre de 1972 por Pablo VI, que ese día lo recordó así:

«Es el primer sucesor de Don Bosco, Santo Fundador de los Salesianos. ¿Y por qué Don Rúa es ahora beatificado, es decir, glorificado? es beatificado y glorificado precisamente por ser continuador: hijo, discípulo, imitador. Es bien sabido que hizo del ejemplo del Santo una escuela, de su obra personal una institución extendida, se puede decir, por toda la tierra; una historia de su vida, un espíritu de su gobierno, un tipo, un modelo de su santidad; hizo una fuente, una corriente, un río. Recuerden la parábola del Evangelio: 

‘El reino de los cielos es como la semilla de mostaza que un hombre toma y siembra en su campo; Se encuentra entre las semillas más pequeñas, pero cuando crece está entre las más grandes de todas las hierbas y está plantada, de modo que las aves del cielo descansan entre sus ramas’.»

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¿Qué cosas podemos aprender de Don Rúa?

• Primero, su ejemplo de trabajo ininterrumpido y siempre al servicio de los jóvenes más pobres. 

• Su amor a Dios que vivía realmente con una sencillez y humildad de corazón.

• Pero por sobre todo la fidelidad a Don Bosco, sabiendo responder a las nuevas necesidades y adaptándolo a los tiempos.

Beato Miguel Rúa, que sepamos responder a las necesidades de los jóvenes más pobres, que sepamos llegar a los que sufren, a los vulnerables, que podamos ser testimonio de que Dios existe y su amor puede llenar una vida.


Este es un artículo escrito por Matías Oviedo y un regalo de la comunidad del Posnoviciado Miguel Rúa a su santo patrono.