Don Bosco soñó con un templo que pudiera congregar a miles de fieles en torno a la figura de la Auxiliadora. El 9 de junio de 1868 la Basílica de Turín era consagrada y su anhelo se hacía realidad.

María Auxiliadora se presenta como benefactora de los cristianos y en especial como inspiradora de toda la obra salesiana en el mundo. Don Bosco eligió esta advocación por varios motivos, entre ellos el carácter misional de la Congregación Salesiana: todos los que formamos parte de esta familia debemos ser auxiliadores para los demás. Buenos cristianos y honestos ciudadanos, que hagan de este mundo un lugar mejor. Ese era el mensaje de las buenas noches en el oratorio de Valdocco y María era la maestra que guiaba toda acción generosa en favor de los otros.

Fue Ella la que le dijo a Don Bosco, con solo 9 años, «deberás encargarte de mis hijos» y algún tiempo después, a María Mazzarello, «ellas también son mis hijas». La Madre se preocupa y es previsora; no desampara a sus pequeños, sino que les provee lo necesario antes de que se lo pidan. Don Bosco ha llegado a entablar una relación muy cercana a la Virgen y confía plenamente en Ella. Sigue su moledo, guarda todo en el corazón, lo comprenderá «a su tiempo».

Según la tradición, la edificación del templo de María Auxiliadora comenzó el 27 de abril de 1865 con unas pocas monedas, tres o cuatro, en un momento económicamente complicado. Las Revolución Francesa ponía en el centro al ser humano y su capacidad racional, por lo que las autoridades civiles habían comenzado un proceso de laicización que incluía, por ejemplo, la supresión de las órdenes religiosas. Esta situación complejizaba la posibilidad de recaudar fondos. Ante la dura realidad, Don Bosco insistía: «Si es la Virgen quien quiere esta Iglesia, ella ya pensará cómo pagarla».

La convicción del santo partía de un sueño-visión que tuvo alrededor de 1860. En él, la Virgen le decía que deseaba ser honrada bajo el nombre de «Auxiliadora» y para ello pedía la construcción de un templo en Turín. Años atrás, Don Bosco les había contado a sus chicos sobre la aparición de un globo luminoso, como de fuego, que indicaba el lugar donde la Virgen quería quedarse. José Buzzeti le preguntó en 1887: «¿No será la cúpula de María Auxiliadora iluminada»?

Lo cierto es que el arquitecto Antonio Spezia recibió un primer pago de más o menos cuarenta céntimos. Después, fueron apareciendo generosas e inesperadas donaciones de turinenses y al cabo de 3 años la Iglesia estuvo terminada. A las 10.30 del 9 de junio de 1868 el arzobispo de Turín Monseñor Alejandro Riccardi celebró la primera misa. Al finalizar, Don Bosco presidió la segunda y se estima que habían 1200 jóvenes presentes.

«Cada ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima Virgen», decía Don Bosco. Testificaba lo que había experimentado en carne propia: «propaguen la devoción a María Auxiliadora. Confíen en Ella y verán lo que son los milagros».

La fachada del edificio conserva el estilo neo renacentista de la segunda mitad del siglo XIX, está sostenida por cuatro columnas y cuenta con una gran inscripción al frente: «María Auxiliadora de los cristianos, ruega por nosotros». El arquitecto había diseñado un templo en forma de cruz latina, sin demasiados ornamentos pero siguiendo las instrucciones del sacerdote Bosco: que fuera de tal magnitud que pudiese acoger a un gran número de fieles y rindiese «el honor debido la Augusta Reina del Cielo” .

En 1911 fue declarada Basílica menor y en 1938 renovada y ampliada. Actualmente, cuenta con cuatro capilla dedicadas a Don Bosco, María Mazzarello, Domingo Savio y San José. Esta última es la única que conserva el estilo querido por Bosco: puede verse una imagen del niño Jesús ofreciendo rosas rojas y blancas – símbolos de las gracias de Dios- a San José, que las deja caer sobre la Basílica. En las demás, se encuentran las reliquias de estos y otros santos de la Familia Salesiana.

El corazón de la Basílica es el retablo del altar mayor, donde se encuentra el cuadro de María Auxiliadora, de más de 7 mts. de alto por 4 de ancho, pintado por Tomás Andrés Lorenzone a pedido de Don Bosco. Él mismo describe sobre el cuadro:

«Se presenta a la vista como una aparición de María Auxiliadora de la siguiente manera: la Virgen campea en un mar de luces y majestad, puesta sobre un trono de nubes. La cubre un manto sostenido por un grupo de ángeles […] Con la derecha sostiene el cetro, que es símbolo de su poder, como aludiendo a las palabras dichas por Ella en el Evangelio: “Hizo por mí obras grandes el que es todopoderoso.” En la mano izquierda sostiene al Niño, que tiene los brazos abiertos, ofreciendo así sus dones y su misericordia a todo el que recurra a su augusta Madre. En la cabeza tiene la diadema, es decir, la corona con la que es proclamada Reina de cielo y tierra.

De la parte de arriba sale un rayo de luz celestial, que, desde el ojo de Dios, va a posarse en la cabeza de María. En él están escritas estas palabras: “El poder del Altísimo te cubrirá con su sombra.” Por la parte superior del otro lado bajan otros rayos, que parten de la paloma (Espíritu Santo) y van a posarse también en la cabeza de María, teniendo en medio estas palabras: “Ave, gratia plena” […]

Más abajo están los santos Apóstoles y los evangelistas; san Lucas y san Marcos en tamaño un poco mayor que el natural. […] Finalmente, en el fondo del cuadro aparece la ciudad de Turín con otros devotos, que agradecen a la Virgen los favores recibidos y le suplican que siga mostrándose Madre de misericordia en los graves peligros de la vida presente».

San Juan Bosco, Maravillas de la Madre de Dios, citado en Escalante, 2018, p.34.

Por: Luciana Caprini

Fuentes:

Los sueños de Don Bosco, traducción del P. Francisco Villanueva

Escalante Mendoza, M. M. (2018). María Auxiliadora. Análisis teológico de la advocación y propuesta de actualización desde una perspectiva latinoamericana.

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