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Ana Sansoni y Andrés Lapi son matrimonio, médicos y Salesianos Cooperadores en Siena. Han luchado en las trincheras contra Covid-19 y ahora hacen una lectura de todo lo vivido, a la luz de la fe cristiana y del carisma salesiano.

 

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Esta es la experiencia de Ana, compartida por la Agencia de Noticias Salesianas (ANS):

«La última celebración litúrgica en la que he participado fue el el Miércoles de Ceniza, fue poco antes de la separación de mi familia y del Oratorio, para procurar proteger a mi familia. Ha sido un ayuno de afectos, una Cuaresma dentro de la Cuaresma.

 

Me llevé pocas cosas: la Biblia, el Rosario y algunos libros de Don Bosco. Durante un mes he vivido sin la presencia de la familia, con Jesús en el corazón, la compañía diaria de la Palabra, la Eucaristía matinal del Papa Francisco, el acompañamiento del director espiritual; he trabajado intensamente, he estudiado el Covid-19, he pedido al Señor la luz para saber mirar lo que sucedía.

 

Nos han desbordado los acontecimientos. Los enfermos eran separados de sus familias: no había posibilidad de visitarles, ni los amigos o parientes directo, ni tenían el apoyo de los sacramentos; solo nuestra intervención mediante la voz y la mirada, muy mediatizadas por los dispositivos de protección individual de la mascarilla y la visera.

 

Después de nuestra visita médica contactábamos a los familiares para informarlos, para apoyarlos humanamente: ‘No os preocupéis, no podéis estar aquí, pero nosotros les atendemos, estamos con ellos’.

 

Después de un mes aumentaban los enfermos. Andrés, mi marido, ha venido a la sección COVID. Comenzó una fase muy dura, pero sobrellevada con la gracia del matrimonio, con la fuerza de la Eucaristía, de la meditación de la Palabra, del saludo matutino del Evangelio, de la novena de María Auxiliadora…

 

En este tiempo, nuestros hijos, ya adultos, daban ánimos a la abuela de 94 años. La sensación era que cada uno estaba haciendo sus propias tareas con docilidad y con amor. Estábamos satisfechos.

Insistí para que, al menos en Pascua, los pacientes con Covid-19  que lo deseaban pudieran recibir la Eucaristía. Y con el apoyo de los capellanes ha sido posible. Algunos días después nos ha visitado el Arzobispo y nos ha constituido ministros extraordinarios de la Eucaristía, de modo que en esta pandemia no falte el Pan de la Vida a los más débiles.

 

A medida que pasaba el tiempo lográbamos que muchos pacientes volvieran con sus familias. Han sido despedidas muy emotivas, con muestras de amor recíproco, con lágrima de alegría y de gratitud.

En este tiempo “he pensado siempre en vosotros, mis queridos jóvenes”. No por las actividades que no hemos podido realizar: el Espíritu estaba sugiriendo iniciativas hermosas. He pensado en vosotros, preguntándome si os hemos preparado bien el equipaje para el viaje, poniendo todo lo que realmente sirve para afrontar el conjunto de pérdidas que, antes o después, nos va a exigir la vida.

 

Quisiera que  reflexionásemos juntos sobre el sentido de lo que estamos viviendo y que se abriesen nuestros ojos para que, llenos de la alegría salesiana, hiciéramos el camino de vuelta a Jerusalén con Jesús dentro de nuestro corazón.»

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Extraído de: infoans.org

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