Desde el Posnoviciado Miguel Rúa en Córdoba, la práctica del reciclaje es un paso más hacia el sueño de un futuro sostenible para nuestras juventudes.
El 17 de mayo se celebra el Día Mundial del Reciclaje, establecido por la ONU para generar conciencia acerca de esta práctica y sus efectos ante el avance del cambio climático. Desde el Posnoviciado Miguel Rúa, el reciclaje es un paso más hacia el sueño de un futuro sostenible. Pablo Ajalla SDB comparte hoy las motivaciones que los impulsan a realizar este acto de cuidado y hermandad.
Los salesianos en formación de la casa Miguel Rúa de Córdoba empezamos, desde el año pasado, a separar y gestionar nuestros residuos. Por un lado, los materiales inorgánicos como cartones, vidrios, “tetrabricks” o plásticos; y por otro, los residuos orgánicos que en gran parte, son reaprovechados para hacer compost y fertilizar las plantas del parque. La iniciativa surgió por simples ganas de hacer algo comunitario para sumarnos a la oleada de acciones ecológicas que se viene gestando, cada vez más, desde las juventudes. Pero, con el paso del tiempo, fuimos adentrándonos en la temática y tomando conciencia de las fuertes implicancias que tiene la basura en la problemática ambiental por la que estamos atravesando.
Sabemos que el tema de la basura es una de las grandes cuestiones a resolver en términos socioambientales. Somos un país que produce, en promedio, 1,15 kilos de desechos diarios por habitante, lo que equivale a casi 45.000 toneladas diarias para el total de la población y alrededor de 16,5 millones cada año. Al mismo tiempo, existen 5000 basurales a cielo abierto, lo que significa, en promedio, más de dos basurales por municipio (datos del Min. de Ambiente y Desarrollo Sostenible). En este marco, entendemos que si queremos realmente tener impacto, debemos organizarnos bien y trabajar en red. Por eso, decidimos vincularnos con una cooperativa de trabajo llamada Recical, que funciona hace 11 años en la localidad La Calera de Córdoba.
En 2020, esta cooperativa recuperó, entre agosto y diciembre, 3570 kilos de materiales que fueron compactados y llevados a una planta de tratamiento para ser procesados y transformados en un material que vuelve al mercado, formando así una economía circular. Esta actividad genera trabajo genuino para 15 familias, enciende redes de colaboración entre los vecinos y nos hace comprender que reciclar es algo que va mucho más allá de una acción individual y que la salida al problema ambiental es siempre comunitaria y social.
Una cuestión social
El Papa Francisco en la encíclica Laudato Si, habla de un ambientalismo superficial y de “acciones de maquillaje verde” para referirse a las iniciativas ecológicas que no terminan viendo su relación con lo social. Esta encíclica nos invita a entender de a poco que el cuidado del planeta es una lucha social, porque está en juego el bien común y sobre todo, la calidad de vida de los integrantes de nuestras sociedades, impregnadas de desigualdad como uno de los frutos de un sistema que se ha perpetuado en base a la utilización indiscriminada de los recursos naturales.
Parte de esta lucha social es exigir el reparto justo de las responsabilidades. Uno como ciudadano tiene responsabilidad en el cuidado del planeta, pero mucha más responsabilidad tienen aquellos que más contaminan, como algunas empresas a nivel mundial. En este sentido, podemos tener en cuenta el siguiente dato: solo 100 transnacionales son responsables del 70% de los gases de efecto invernadero del mundo.
Al mismo tiempo, tampoco sufrimos todos por igual las consecuencias de la crisis climática. Por ejemplo, quienes menos tienen sufren siempre más las inundaciones a causa de la tala indiscriminada en varios sectores de nuestro país. Quienes viven alrededor de los campos de cultivo sufren mucho más las consecuencias del glifosato. Y en cuanto a la basura, podemos constatar que gran parte de los basurales a cielo abierto han estado y siguen ubicados en lugares de bajos recursos. Por esto, la ecología no puede ser sorda al clamor social y ciega al compromiso político. “Sin justicia social no hay justicia ambiental, y viceversa”, afirma Mercedes Pombo, activista de Jóvenes por el Clima Argentina.
Es importante, a la hora de pensar en el cuidado de la casa común, comprender que se trata fundamentalmente de una cuestión de justicia, porque cuando llevamos adelante una acción ecológica, comunitaria y social, estamos conectándonos de alguna manera con las personas más afectadas por la crisis ambiental que, al mismo tiempo, son quienes menos hicieron para causarla; y también nos conectamos con aquellos que son más responsables por ella. En este sentido, según la Oxfam (Comité de Oxford de Ayuda contra el Hambre), el 1% más rico del mundo emitió en los últimos 25 años, el doble de dióxido de carbono que la mitad más pobre del planeta.
La deuda ecológica
El Papa Francisco tiene muy clara la relación entre justicia y ecología cuando en Laudato Si afirma que existe una verdadera deuda ecológica entre el norte y el sur global. La misma se origina en desequilibrios comerciales basados en el uso desproporcionado de los recursos naturales por parte delo s países más ricos. Las consecuencias impactan directamente en el ámbito ecológico.
Ahora bien, esta deuda puede trasladarse también al ámbito intergeneracional. A decir de Mercedes Pombo, “la juventud va a ser acreedora de una deuda en términos humanos y en términos ambientales que nunca nos van a poder pagar”.
Por esto, muchos jóvenes alrededor del mundo se están movilizando y desafiando, en diversas instancias de debate, a las generaciones más adultas a poner en juego la cuestión de la deuda ecológica y desde ahí empezar a pensar en políticas públicas que cambien el modelo de desarrollo productivo, basado en la cultura del descarte que depreda desde hace siglos a la naturaleza y deja a su paso problemas que se extienden a las sociedades, castigando siempre a los que menos tienen. Por esto, la crisis ambiental es una crisis social.
Por último, no podemos dejar de nombrar a algunos jóvenes activistas por el clima que han tomado mucha fuerza en el debate internacional en el último tiempo, como Xide Bastida en México, Ariana Palombo en Uruguay, Bruno Rodriguez en Argentina y Greta Thumberg en Suecia. Greta, en una de sus últimas conferencias, afirmó con vehemencia que las juventudes tenemos un potencial muy grande para transformar esta crisis ambiental, e invitó a los y las jóvenes del mundo a poner en tela de juicio el status quo y a recordar que en la historia de las grandes transformaciones sociales, la juventud siempre tuvo un papel protagónico.
En relación a este papel protagónico queremos preguntar a los y las jóvenes de la Argentina salesiana:
¿Qué acción ecológica están llevando adelante?
Pero sobre todo, ¿queda esa acción en un mero individualismo, o más bien está conectada de una manera concreta con el ámbito social?
Por: Julián Pablo Ajalla SDB