Por Hno. Jesús Olarte SDB

Día internacional de la Juventud

 

Desde 1999 se celebra el 12 de Agosto como Día internacional de la Juventud, fecha que no puede pasar inadvertida para la gran familia engendrada por el Padre y Maestro de la Juventud. Según la ONU este día sirve para “celebrar anualmente el papel de los jóvenes como agentes indispensables de cambio”, así como también para “sensibilizar a la sociedad de los desafíos y problemas que éstos deben enfrentar”. Este día puede ser, también, una gran oportunidad para mirarnos como Iglesia y como Familia Salesiana en particular; y pensar cómo estamos contribuyendo a la concreción de este hermoso deseo de la humanidad. Dejémonos guiar en la reflexión por la última exhortación apostólica Christus vivit.

 

¿De qué jóvenes hablamos?

Se reconoce, hoy en día, la existencia de una pluralidad de mundos juveniles. Por ello se va dejando de hablar de “juventud” para dar lugar a una expresión más abarcativa: “Juventudes”. Hay muchas juventudes en nuestro país, pero también las hay en nuestras ciudades, barrios e instituciones. Y a su vez hemos de reconocer que estas juventudes no existen en abstracto.

Son los y las jóvenes reales, con rostros, nombres e historias concretos, en quienes pensamos especialmente en este día.

 

El sufrimiento de los jóvenes

Francisco no se cansa de denunciar una cultura que “idolatra la juventud, pero excluye a muchísimos jóvenes”. En su exhortación apostólica sobre los jóvenes nos recuerda que “en el mundo actual, lleno de progresos, muchas de esas vidas están expuestas al sufrimiento y a la manipulación”. Y nos invita a no dejarnos anestesiar ante ese sufrimiento. Dejemos, más bien, que que la compasión nos mueva derramar todas las lágrimas que sean necesarias. “Nunca nos acostumbremos, porque quien no sabe llorar no es madre”, dice el Papa. Nosotros “queremos llorar para que la sociedad también sea más madre, para que en vez de matar aprenda a parir, para que sea promesa de vida”. Muchas veces “el dolor de algunos jóvenes es muy lacerante, es un dolor que no se puede expresar con palabras”. De ellos quiere estar cerca Jesús para decirles “felices los afligidos, porque serán consolados”. Ojalá, dice Francisco, “siempre haya cerca de un joven sufriente una comunidad cristiana que pueda hacer resonar esas palabras con gestos, abrazos y ayudas concretas”.

 



 

A la escucha de los jóvenes

En la mencionada exhortación el Papa nos invita a crear más espacios donde la voz de los jóvenes pueda resonar. “La clarividencia de quien ha sido llamado a ser padre, pastor o guía de los jóvenes” dice el Francisco, consiste en “la capacidad de encontrar caminos donde otros ven sólo murallas y reconocer posibilidades donde otros ven solamente peligros”. Y no debemos preocuparnos por los jóvenes por pensar que serán, en un futuro, protagonistas de la sociedad. Ellos son “el ahora de Dios” proclama hermosamente Francisco. Y es que el corazón de cada joven  es verdadera “tierra sagrada”, “portador de semillas de vida divina”, ante quien debemos “descalzarnos” para poder acercarnos al Misterio.

Una Iglesia joven

No es difícil darse cuenta de que, por muchos motivos y en diversos aspectos, no estamos tan cerca de nuestras juventudes. Y es que una “Iglesia a la defensiva”, dice Francisco, que pierde la humildad, que deja de escuchar, que no permite que la cuestionen, “pierde la juventud y se convierte en un museo”. ¿Cómo puede una Iglesia así recibir los sueños de los jóvenes?. Cuando ella, en cambio, “abandona esquemas rígidos y se abre a la escucha disponible y atenta de los jóvenes, esta empatía la enriquece”. Permite, de esta forma, “que los jóvenes den su aportación a la comunidad, ayudándola a abrirse a nuevas sensibilidades y a plantearse preguntas inéditas”. No sólo los jóvenes necesitan de una Iglesia cercana sino que la Iglesia necesita a los jóvenes para no volverse vieja. Pidamos con Francisco al Señor que “libere a la Iglesia de los que quieren avejentarla, esclerotizarla en el pasado, detenerla, volverla inmóvil”. Y dejémonos guiar por el Espíritu de vida, espíritu de juventud, hacia donde Él nos quiera llevar.