El sábado 2 de septiembre por la tarde, en el Santuario Sagrado Corazón de Jesús, de San Justo, los jóvenes Gastón Flores y Emiliano Arruabarrena realizaron sus Profesiones Perpetuas para la Congregación Salesiana en Argentina.
En un templo lleno de amigos, familiares y salesianos que viajaron de todo el país, la ceremonia fue presidida por el P. Horario Barbieri, Inspector de Argentina Norte y concelebrada por el P. Darío Perera, Inspector de Argentina Sur y por un nutrido grupo de salesianos y de otros sacerdotes que se acercaron para ser partícipes de este compromiso que asumen estos jóvenes.
Acompañados por sus familias, el lema de Gastón para su Profesión Perpetua fue «Nosotros amamos porque Él nos amó primero» (1 Juan 4, 19), y el de Emiliano, «Cantaré eternamente el amor del Señor» (Sal 89, 2).
En su homilía, el P. Darío invitó a reflexionar sobre “el gesto” que esa tarde realizaron Gastón y Emiliano. Y lo hizo a partir de tres imágenes bíblicas: caminar sobre el agua, la samaritana y el samaritano.
“Muchos se preguntarán si no es demasiado consagrar la vida entera a Dios y al servicio de los jóvenes más pobres. Y es verdad que puede asustar un acto tan radical en una época que gusta de los compromisos más light. Y junto a esta pregunta nace también la duda si es posible tomar una decisión tan fuerte y permanente (…) Para los creyentes la vocación y, por lo tanto, esta consagración no nace de una iniciativa nuestra sino del llamado de Dios. Y no damos estos pasos sólo confiando en nuestras fuerzas, sino a partir de la certeza de que Dios sostiene nuestras vidas”.
Y agregó: “Aún en la noche más oscura, aún cuando el viento pareciera hundir nuestra barca, aún cuando el miedo corte nuestra respiración el Señor siempre está. La fe no es otra cosa que esta radical confianza en él. Por ello, y este es el consejo, no dejen de gritar ‘Señor, sálvame’”.
La otra imagen bíblica que compartió el Inspector de Argentina Sur fue el encuentro de Jesús con la samaritana: “Jesús descubre en ella alguien sedienta; le ayuda a descubrir que no importa de qué pueblo, con qué cultura, con qué historia, sino que le ayuda a ponerse en contacto con esa sed honda que habita en ella como en cada hombre y mujer de la historia”.
“Para ser compañeros de caminos de miles de jóvenes que buscan sentido, plenitud, finalmente felicidad, incluso a veces por caminos equivocados –prosiguió el P. Darío–, ellos necesitan de ustedes, de las búsquedas de ustedes. (…) Necesitan de alguien que no encontró a Dios en los libros sino en la vida”.
Finalmente, la última imagen fue la del samaritano: “Con mucha inteligencia Jesús le responde al doctor de la ley que la pregunta no es quién es mi prójimo sino de quién me hago yo prójimo. Toda la iglesia, pero especialmente la vida consagrada, está invitada a ser samaritana.”
Y describió: “La consagración los pone de cara a los jóvenes que están en nuestras calles, en nuestras cárceles, que están tirados a orillas del camino. No encierren este don entre cuatro paredes. Vayan como Don Bosco a buscarlos en la periferia. La vida consagrada nació para ello y nuestro carisma nació en las calles de Turín y en sus cárceles. (…) Nunca olviden que son hijos de un padre Samaritano, que no se quedó cómodamente en la sacristía, sino que fue a las periferias, que se conmovió, que curó sus heridas, que los cargó sobre su montura y los llevó a una posada”.
Como Salesianos de Don Bosco, Gastón y Emiliano prometieron castidad, pobreza y obediencia, al servicio de los jóvenes en el carisma salesiano.