Ser educador salesiano no se limita a una profesión o a un horario de trabajo o del grupo que acompaño, sino que es una actitud, una vocación, propia de cualquier artista. Don Bosco es un verdadero educador, que nos motiva a ser educadores de los jóvenes.

En el ambiente salesiano no es raro escuchar hablar de educación. Aparecen frases como: “educar es cosa del corazón”, “la buena educación es germen de muchas virtudes”, “de la sana educación de la juventud depende la felicidad de las naciones”, entre otras. Estas frases se encuentran escritas en los murales de las casas salesianas o en documentos o charlas de salesianidad. Todas ellas nos recuerdan que la Espiritualidad Juvenil Salesiana está al servicio de los jóvenes, para educarlos como buenos cristianos y honrados ciudadanos.

La palabra educación viene del latín educere que significa conducir, guiar, orientar. Se puede, también, relacionarla con la palabra exducere que significa sacar hacia fuera. Es así, que se puede definir como “conducir hacia fuera”. Esto es precisamente lo que buscamos realizar: acompañar a los jóvenes para que saquen lo mejor de sí y de esa forma ser un aporte para el mundo de hoy.

 

La educación salesiana consiste en un tipo de saber práctico, un conocimiento de y para la acción. Esto nos permite señalar que la acción educativa es considerada un arte. Es en esta perspectiva que ser educador salesiano no se limita a una profesión o a un horario de trabajo o del grupo que acompaño, sino que es una actitud, una vocación, propia de cualquier artista.  Por eso podemos decir que Don Bosco es un verdadero educador, quien nos motiva a ser educadores de los jóvenes.

 

Herederos de un padre educador

San Juan Bosco supo descubrir a lo largo de su vida lo que Dios le tenía preparado como misión. En el sueño de los nueve años, Jesús le da la Maestra que le indicará cuál es su misión. Será María Inmaculada y Auxiliadora su primer ejemplo de educadora. Ella le encomienda el cuidado de sus hijos, es decir, de todos los jóvenes del mundo, especialmente los más necesitados de ser educados.

Junto a esta revelación vocacional, incorpora el testimonio de muchos otros educadores que se hicieron parte en su formación. Margarita, su madre, lo educa con firmeza y con dulzura, pero sobre todo con la confianza que le permite sentirse acompañado. Don Bosco señalará que su mayor preocupación fue la de la instrucción religiosa de sus hijos, enseñarles la obediencia y tenerlos ocupados en cosas compatibles con su edad. El sacerdote José Lacqua, su primer profesor, lo educa no sólo con los contenidos, sino también con el testimonio. Don Bosco llega a decir: «conmigo fue muy amable y puso mucho interés en mi adelanto escolar, pero sobre todo en mi educación cristiana».

Sus directores espirituales fueron pilares fundamentales en su formación. Entre ellos destacan don Calosso, su amigo fiel del alma y Don Cafasso, quien lo formaba en la vida espiritual y le ayudó a interpretar y dar vida al sueño que había tenido, es por ello que decide optar por los jóvenes más pobres y abandonados.

El contexto de la época de Don Bosco y la educación que recibió le permitió hacer su propia síntesis y descubrir que la clave se encontraba en la confianza y en la bondad. Es por ello, que al señalar su propuesta educativa se centrará en la Caridad Pastoral y en la búsqueda de que los jóvenes no sucumban al mal, por ello se llamará Sistema Preventivo. Educar a los jóvenes implica educadores apasionados por querer el bien de ellos y acompañarlos para sacar lo mejor de sí. La razón, la religión y el amor son herramientas necesarias para emprender un camino de formación, que busca que se sientan plenos en la vida y sean un aporte a la sociedad.

Don Bosco decide tomar algunos rasgos de la espiritualidad de San Francisco de Sales, quien es considerado el santo de la dulzura. Es por ello, que los salesianos hablamos de la pedagogía de la bondad que tiene en su centro la caridad pastoral y el sentirse llamado por vocación a educar a los jóvenes.

Educadores para los jóvenes de hoy

Quienes nos sentimos herederos del carisma salesiano de don Bosco, al mismo tiempo, nos sentimos llamados a ser educadores de los jóvenes. No podemos negar esta realidad, porque nuestra espiritualidad se comparte desde el testimonio educativo.

La espiritualidad juvenil salesiana se caracteriza por vivirla en la cotidianeidad, es decir, educamos y evangelizamos no sólo en los espacios formales como puede ser el aula, los grupos asociativos, los encuentros celebrativos, sino que en todos los momentos de nuestra vida. Es por ello que cada día al acostarnos debemos preguntarnos ¿Qué testimonio estamos dando como educadores salesianos? Y al levantarnos ¿Cómo testimoniaré la espiritualidad juvenil salesiana como educador?

Estamos llamados a sentirnos plenamente educadores salesianos, que ponen en práctica el Sistema Preventivo y la pedagogía de la bondad, buscando educar en el bien, promoviendo la humanización de las personas, su crecimiento personal que permite desarrollar al máximo todas sus potencialidades. Buscamos formar personas equilibradas, conscientes de su historia, sus capacidades y límites, de sus vínculos afectivos, de su relación con la naturaleza, y su unión con Dios. Educar con bondad y a la bondad los debe impulsar a identificarse con los valores que nos propone Jesucristo y que Don Bosco los hizo vida como educador.

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Somos salesianos y por lo tanto educadores. Siempre salesianos, siempre educadores.

Por: Dario Navarro sdb