El pasado 30 de septiembre se realizó en Buenos Aires la cuadragésima entrega de la distinción Divino Maestro, premio instituido por el Consejo Superior de Educación Católica (Consudec) y que este año tuvo como galardonados al P. Salvador Carlos Moreno y al P. Eduardo Giorda. Compartimos sus testimonios.

Cuando me anunciaron el inesperado REGALO de la distinción, tuve que aceptar, aun sabiendo que no iba ser gratuito…
Enseguida me puse manos a la obra: foto carnet sonriente, reserva de pasajes y de alojamiento, rescate en el baúl del traje azul adquirido hace 30 años en una liquidación por incendio, ropa verano-invierno, espantar en el cántaro de mi memoria los hechos, personas y proyectos negativos de estos 75 años. Así los buenos recuerdos surgieron a raudales y ayudaron a que se aceleraran las palpitaciones de mi corazón y la alegría en mi rostro. Así casi sin darme cuenta llegó el día anunciado. En la previa me esforcé por llegar puntualmente a la Eucaristía de acción de gracias que celebramos fervorosamente. Luego casi sin tener noción del tiempo y del espacio subí al escenario. Yo seguía rebobinando recuerdos y sentimientos. Cantamos el himno nacional y el locutor oficial fue llamando uno a uno a los 42 “distinguidos” presentes enumerando sus benemerencias… Cuando sentí mi Nombre y Apellido me dirigí al proscenio encandilado por los reflectores y la emoción y recibí la estatuilla de Jesús divino maestro. Me invadió la felicidad y un gran sentido de gratitud a Dios, a la Virgen a Don Bosco, a mis familiares y a mi muy queridos muchachos, chicas y hermanos salesianos que me ayudaron a ser feliz y fiel a mi vocación. Todo en mi decía MSIÓN CUMPLIDA. ..Pero en simultáneo comprendía que la carrera continuaba y que este renovar de mis fuerzas tenía que impulsarme a llegar a la meta: el Paraíso que Don Bosco nos prometió junto con el pan y el trabajo.
El acto concluyó entre fotos, aplausos y abrazos.
Con un pequeño grupo de hermanos fuimos a una pizzería y brindamos y nos auguramos: vivir felices con Don Bosco y los jóvenes más necesitados.

(P. Salvador Moreno)

El 30 de setiembre, convocado para la Distinción Divino Maestro, que se entrega desde hace 1977, me sentía uno entre muchos: uno entre cuarenta y dos, pero luego sumando otros tantos cada año desde hace cuarenta años. ¡Cuántos! Y ¡con qué características cada uno de ellos/as! Religiosos y laicos, en actividad o jubilados, con las huellas y la alegría de haber gastado la vida alumbrando…
Y me preguntaba: ¿qué tengo yo y qué he dado que no haya recibido? Dios siembra en nosotros sus dones y los hace crecer para Su Reino. Soy uno de tantos discípulos del único Maestro. Por eso me siento movido a dar gracias a Dios, a la Iglesia, a la Congregación Salesiana y a mi familia, fuentes de las que recibí todo lo que luego he podido dar.
“Ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: ‘Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber’” – nos decía Jesús el domingo pasado.
Gracias a todos ustedes, salesianos, colaboradores y exalumnos, que me alientan a seguir dando. En María y Don Bosco, un abrazo y una bendición.

(P. Eduardo Giorda)