«Lamento haberme demorado más de la cuenta para relatarles mis impresiones y lo sucedido con motivo de la defensa de mi Tesis Doctoral en la Universidad Gregoriana de Roma. Diversos motivos retrasaron esta relación, por lo que les pido perdón humildemente.

Inicié la jornada con la Eucaristía, celebrada en la Basílica del Sacro Cuore, en Roma, recordando a Santa Margarita María Alacoque, que, como bien saben es por medio de la cual, el Sagrado Corazón de Jesús, quiso difundir su particular devoción. Habiendo vivido ocho años en esa Comunidad, siempre sentí una especial atención por la vida de esta santa y la propuesta que nos ofrece.

Luego de la Eucaristía, en la que participaron varias personas queridas, nos fuimos a la Universidad para preparar los elementos propios de la defensa.
A las 10.00 horas dio inicio el acto, con la oración del Veni Creator (oración al Espíritu Santo); seguidamente inicié la presentación del trabajo, a continuación el Profesor Tutor hizo su evaluación del trabajo y luego inició un ping pong de preguntas sobre el tema abordado; hizo algo similar el Profesor Contrarrelator (quien oficia como “abogado del diablo”). El jurado se retiró para sesionar y luego de algunos minutos retornó a la sala. Cada Profesor (tres en total, incluyendo el Decano de la Facultad) colocaron en sendos sobres sus notas, valoración que fue depositada en la Secretaría General, desconociéndose, hasta el momento el puntaje obtenido.

El Decano de la Facultad, declaró (con la fórmula propia de la facultad, en lengua latina): “Doctor en Historia de la Iglesia”.
Tuve el honor de estar respaldados por muchas personas que siguieron de cerca la defensa. Todas personas muy queridas y cercanas, a las que les agradezco especialmente el haberme podido acompañar. Sé que muchas otras hubieran deseado participar, pero por diversos motivos no les fue posible. A todas esas queridas Personas, mi especial agradecimiento, oración y recuerdo.
Mis impresiones: me he sentido gratamente sorprendido por la cantidad de apoyo recibido por cada uno de Uds., que sinceramente estimo no merecer, en particular por las oraciones elevadas al Cielo. Ciertamente esto movió el corazón de Dios y de la Virgen, que me concedieron una tranquilidad y serenidad muy grandes.
Afronté las preguntas y cuestiones con mucha tranquilidad y atención, procurando responder con certeza y mucha precisión».