20210224_145600

Don Bosco camina hacia Jesús.

Don Bosco desde pequeño es peregrino en esos largos caminos hacia el encuentro dominical. Esa primera experiencia de camino fue la que impregnó toda su vida,  a pesar del frio, del calor, del cansancio, él tenía claro donde iba, hacia Dios. En ese camino se dejó acompañar y acompañó a otros.

Un peregrino es quien camina, quien se mueve, quien va “de acá” “para allá”, porque sabe que su motor es algo más grande.

Don Bosco en ese camino crece,  descubre quién es, lo que tiene para ofrecer.  Sabe que es lo que quiere  reconoce la misión que Dios le ha plantado en su corazón, los jóvenes. Y  sueña, crea, piensa y vive sabiendo hacia dónde va, hacia Dios. Ser misionero es no permanecer indiferente con nuestro alrededor, es comprometerse con la propia vida y con la vida de los demás. Estar atentos/as a las necesidades. Don Bosco nos regaló hasta experiencias que él no pudo vivir, como la paternidad. Y aunque perdió a su padre de muy chico, logró serlo para tantos chicos e incluso abrazarnos y que hoy nos sintamos sus hijas e hijos.

Ser misionero es animarnos a la pregunta: ¿Qué quieres Dios de mí?  El caminar de Don Bosco es un regalo de Dios a nuestras vidas para animarnos a vivir la santidad. Él encontró su misión en los jóvenes y en los jóvenes más pobres. Pero no lo hizo solo, no se lo guardó. Entendía que para responderse esa pregunta necesitaba de otros. En cambio, contagió y compartió esa misión con muchos/as, por eso la comunidad salesiana recorre desde Pekín hasta Valparaíso, porque Don Bosco compartió el fuego que ardía en su corazón.  Y tantos pudieron encontrar  su sueño dentro de su camino e hicieron el propio.  Como María Mazzarello ,que en la misma Italia trabajando con las jóvenes, encontró en Don Bosco un testimonio vivo de su misión compartida.

Todos los días Jesús a través de  Don Bosco nos llama, nos reúne, nos ama y nos envía. Con nuestra propia autenticidad. Por nuestro nombre. Y nos muestra que en el Reino de Dios hay lugar para todos/as  y cada uno de nosotros,  buscando nuestra mejor versión.

Don Bosco traspasa nuestras vidas y corazones hace 206 años porque está profundamente enamorado de Jesús.  Don Bosco se dejó transformar por el Cristo Vivo  y construyó su misión basando la confianza en Él. Se dejó interpelar en cuerpo y alma por el misterio del amor de Dios. Se prestó al Espíritu.

Don Bosco nos hereda una experiencia de amor,  una misión, un modo de caminar, acompañados, conociéndonos a notros mismos y dándonos a los demás.  Nos deja un sendero marcado para encontrar a Jesús, nos regala su propia experiencia. A veces le decimos “Tu vida transformo la mía”. Y lo que transformó su vida fue el encuentro íntimo con Dios. Y vivir su vida para volver a Él.

Rocío Arccidiácono, animadora salesiana