Diario de voluntariado – episodio 4
Jamás había estado tanto tiempo alejado de mi familia, de las amistades y de los cerros que abrazan mi ciudad. Hay abrazos que llegan cuando menos lo esperamos.
Ese día, mientras picábamos verduras para poner en la olla que alimenta a varias familias del barrio, Moni me preguntó de qué equipo era. “De Boca”, le contesté al pasar.
En ese momento no imaginé que lo que parecía una pregunta superficial (como quien tira un “de qué signo sos” en cualquier conversación) tenía en el fondo razones muy profundas. Es que no siempre somos capaces de medir la buena intencionalidad de las personas, manifestaciones claras del amor de Dios que se muestra en las cosas simples.
No siempre estamos atentos a los detalles que nos demuestran que no estamos tan solos.
“En estos tiempos en que no podemos darnos abrazos, sí podemos abrazarnos en signos concretos y sencillos”, fueron las palabras con las que las personas que llevan adelante la comunidad Vía Sagrada en barrio Ludueña prepararon el momento de los regalos. Fue varios días después de que me preguntaran por el equipo del cual soy hincha, pero recién en ese momento entendí los motivos de esta pregunta.
Entre miradas cómplices y risas, sabiendo lo que se venía me dijeron: “Iván, agradecemos tu presencia y por eso queríamos hacerte un regalito”.
Enorme fue mi sorpresa cuando sacaron de una bolsita un corazón tejido a crochet por Moni con los colores de Boca. Mi cara de asombro fue épica, como alguien que recibe un obsequio inesperado, como los chicos cuando mamá o papá les traen el regalo que le pidieron.
En este caso yo no había pedido nada, pero cuando uno está lejos de su familia, de sus amigos y de la vida que llevaba, hay momentos y situaciones que llenan el alma.
Como cuando Agustina me regaló unos pompones artesanales que había comprado en Salta alguna vez.
“Es algo sencillo, pero me imaginé que podría hacer que no extrañes tanto tus lugares”, me dijo al dármelos.
En ese momento me puse a analizar cómo nos ven a las personas del norte en estos lugares, pero tiempo después dimensioné lo valioso que es que alguien piense la manera de que te sientas mejor y además busque de forma concreta hacer que algunos días sean más llevaderos.
Jamás había estado tanto tiempo alejado de mi familia, de las amistades y de los cerros que abrazan mi ciudad. Hay veces que extrañar se traduce en lágrimas y mucho más sabiendo que la pandemia causa angustia y en algunos casos desesperanza.
Pero también hay abrazos que llegan cuando menos lo esperamos, que nos sorprenden como un sol que se muestra en medio de nubes que anuncian lluvia.
También hay gestos que son bálsamo que alivia tristezas y días difíciles.
Iván Rodríguez – voluntariado nacional.