Publicado originalmente en la edición de agosto del Boletín Salesiano de Argentina
Los migrantes experimentan incertidumbre y pobreza. Hoy como ayer, buscan abrirse camino y construir un futuro mejor. De esa manera, contribuyen a forjar comunidades más fuertes, diversas y resilientes.
Doce mil kilómetros separan al pueblo de Boretto, en la región de Reggio-Emilia, Italia, con la ciudad de Bahía Blanca, al sur de la provincia de Buenos Aires, Argentina. Como millones de familias de la época, los “Zatti” emigran hacia América en busca de mejores condiciones de vida.
Un paisaje, una cultura y un lenguaje nuevos reciben a un joven Artémides, un santo que vivió algunos de los sueños y dificultades, nostalgias y alegrías, que vive cada migrante que deja su tierra.
Millones en busca de un futuro mejor
En la segunda mitad del siglo XIX, el sistema social y la estructura agraria italiana sufrieron una fuerte crisis que afectó a los pequeños productores y arrendatarios rurales. El desplazamiento del campo a la ciudad provocado por la industrialización, junto con la concentración de la propiedad rural y el crecimiento de la pobreza, empujaron al campesinado italiano a emigrar a América.
De los 52 millones de europeos que emigraron entre 1830 y 1930, cerca de 11 millones desembarcaron en América Latina: la mayoría provenía del norte de Italia y de España. Casi la mitad, unos 5 millones de italianos, se radicaron en Argentina.
Como millones de familias de la época, los “Zatti” emigran hacia América en busca de mejores condiciones de vida.
Boretto, un pequeño pueblo campesino sobre el río Po, también sintió el impacto de la crisis agraria. Y la familia Zatti sufrió las penurias económicas. Todos sus miembros, desde muy pequeños, se dedicaron a trabajar en el campo, incluso los niños. Los hijos mayores y otros familiares se empleaban como jornaleros o peones para ganar el pan y la polenta: “Nacido en hogar pobre, donde había muchas bocas y pocas entradas, era necesario trabajar si se quería vivir”, sintetiza el salesiano Raúl Entraigas, principal biógrafo de Zatti.
Como el resto de su familia, Artémides llevó una vida pobre de campesinos trabajadores y sacrificados. Y al igual que otros italianos, vieron en “América” una salida. La información de familiares que ya se encontraban en este continente entusiasmaba. Particularmente el tío Juan Zatti, que estaba instalado en Bahía Blanca, ofició de “llamador”.
Las cadenas migratorias, las redes de sociabilidad y la identidad étnica y religiosa funcionaban para canalizar noticias, descubrir oportunidades laborales y aprovechar los pocos recursos disponibles. Los amigos y familiares ya residentes en la “tierra promisoria”, daban inicio a estas cadenas. A principios de 1897, la familia Zatti se embarcó rumbo a Argentina. Artémides contaba con 16 años.
Vínculos y fe para sentirse en casa
Llegados a América, los inmigrantes italianos, en su inmensa mayoría trabajadores agrícolas, fueron dedicándose a diferentes actividades que les permitieran ganarse la vida, o en el mejor de los casos, conseguir un leve ascenso social. Los Zatti llegaron a Argentina el 9 de febrero y se instalaron en Bahía Blanca, entonces una pequeña localidad del sur de la provincia de Buenos Aires.
El apoyo entre familiares y la solidaridad de las redes sociales, como las sociedades de socorros mutuos y la acción de la Iglesia, propiciaron la inclusión de los migrantes a la vida social, cultural y productiva. Los Salesianos de Don Bosco, muchos de ellos también italianos, favorecieron esa inserción en la sociedad bahiense.
Los Salesianos de Don Bosco, muchos de ellos también italianos, favorecieron la inserción de los inmigrantes en la sociedad bahiense.
Como parte de esa cadena migratoria, Artémides oficia como consejero de los nuevos incorporados al país: “Escuché que llegó de Italia, o mejor dicho, del inolvidable Boretto, el primo Higinio. Desde las lejanas tierras patagónicas le deseo buena suerte. (…) Aconséjenlo que no se deje atrapar (va para todos) por aquel patrón que haga trabajar los días festivos, con la excusa de la necesidad, diciendo y practicando lo que ya habrá́ oído decir, que en América todo está permitido con tal de hacer plata”.
Los Zatti, una familia religiosa, acostumbrada a las prácticas de piedad campesinas, concurrían asiduamente a la parroquia de Boretto. Ya en Argentina, Artémides, como todos sus hermanos, se incorporó a la vida parroquial y pronto se transformó en asiduo participante de las actividades organizadas por los salesianos. En el contacto con ellos nació la vocación religiosa y el deseo de hacerse salesiano.
Con el recuerdo de la tierra natal
Los migrantes, incluso incorporados a sociedades “receptivas”, como los Zatti a fines del siglo XIX, experimentaron la pobreza y la incertidumbre. Mientras intentaban mantener los lazos con el pueblo de origen, iban construyendo nuevos vínculos para abrirse camino. A raíz de un trámite, Artémides entra en contacto con su párroco en Boretto y remite saludos a todos sus connacionales: “Escribí́ a Boretto, al P. Costante Solian, pidiendo el certificado de Bautismo y Confirmación. Ya me los ha enviado encargándome de saludar a todos Uds. y a los ‘Boretenses’ que viven en Bahía Blanca”.
En la vida de Artémides podemos ver su resiliencia ante las adversidades en el nuevo contexto vital: trabajo precario, estudios incompletos, dificultades graves de salud, incertidumbre por el futuro. Frente a todas ellas pudo reponerse. Finalmente, en 1914 obtiene su “carta de ciudadanía” como ciudadano de la República Argentina. Y recién en 1934, con motivo de la canonización de Don Bosco y por única vez, vuelve a Italia y visita su pueblo natal.
Un santo inmigrante
Diversos factores inciden en las migraciones, que pueden ser voluntarias o forzosas, resultado de desastres ecológicos, crisis económicas y situaciones de pobreza extrema o conflictos armados, cuya magnitud y frecuencia no dejan de aumentar.
Si bien en una proporción menor a lo que fue a fines del siglo XIX, países como Argentina siguen recibiendo cada año a cientos de miles de inmigrantes, sobre todo provenientes de otros lugares de América latina. Y como en distintos lugares del mundo, la obra salesiana es punto de encuentro y fe para las familias migrantes, y lugar de formación y recreación para sus niños y jóvenes.
La obra salesiana es punto de encuentro y fe para las familias migrantes, y lugar de formación y recreación para sus niños y jóvenes.
Al mismo tiempo, y como consecuencias de diversos factores, también hoy muchas personas dejan el país para radicarse en otros lugares. Ellos y ellas van, al igual que lo hizo la familia Zatti, en busca de nuevas oportunidades, persiguiendo sueños, con dificultades y miedos.
Hoy como ayer, los migrantes —a pesar de las carencias, injusticias y desigualdades— gracias a sus conocimientos, redes y competencias particulares buscan abrirse camino y construir un futuro mejor. De esa manera, contribuyen a forjar comunidades más fuertes, diversas y con sujetos resilientes en la nueva sociedad y cultura a la que llegan.
Los “Zatti”, y entre ellos Artémides, forjaron una historia en Argentina. Aquel migrante de Boretto encontró una vocación junto a los salesianos y desarrolló una vida plena. La historia posterior lo muestra en Viedma consolidado en una vocación de servicio incondicional. Una trayectoria vital consagrada a Dios y a los más pobres, razón por la cual es recordado como el “pariente de todos los pobres”, y un santo sencillo y cercano a la gente. Un santo inmigrante, esperanza para tiempos difíciles.
Por: Ariel Fresia, sdb
afresia@donbosco.org.ar