En el día de la fiesta de San José Cafasso, confesor y guía espiritual de Don Bosco, compartimos una reflexión del P. Carlos Romero sobre el rol de quien acompaña caminos vocacionales.
Todos sabemos lo que fue Don Bosco y lo que su persona significa para la Familia Salesiana y para tanta gente en todo el mundo; estamos profundamente agradecidos por todo lo que Dios pudo obrar en la vida de tantos jóvenes, gracias al corazón entregado y generoso de este Padre de la Juventud.
Es bueno reconocer que un Proyecto de Vida tan grande y tan fecundo como el que Don Bosco llevó adelante, no hubiese sido posible sin la intervención y la cercanía de Dios, manifestada en tantas personas que lo acompañaron, ayudaron, orientaron. Podríamos hacer una larga y agradecida lista de nombres que formaron parte de su vida. En esta ocasión quisiera referirme a uno de ellos, Don Cafasso.
San José Cafasso es uno de los grandes personajes que intervinieron en la vida de Don Bosco, y no sólo en la de él, sino también en la de tantos jóvenes sacerdotes que, en aquella época, se preparaban a la vida pastoral y sacramental, siendo acompañados espiritualmente por este santo turinés.
Entre tantos méritos que podríamos destacar de este santo, se encuentra la generosa y abnegada dedicación al acompañamiento. Con sencillez y sabiduría, se ponía al servicio de quienes necesitaban ser escuchados, entendidos, consolados… pudiendo ser para ellos una patente y concreta mediación del amor y de la misericordia de Dios. Una de las más grandes obras realizadas por él, es el acompañamiento de los jóvenes que eran condenados a muerte; su ternura y calidez para realizar este apostolado marcaron su vida y su santidad.
En momentos decisivos de la vida de Don Bosco, supo intervenir sabiamente para aconsejarlo y orientarlo; de hecho es él quien invita a Don Bosco a visitar las cárceles de Turín, y es allí donde Juan comienza a perfilar su vocación de padre, maestro y amigo de los jóvenes y a gestar en su corazón el Sistema Preventivo.
No podríamos imaginar una vocación y una misión como la que llevó adelante Don Bosco, sin la presencia paterna y cercana de Don Cafasso. De la misma manera no podemos pensar nuestras vidas, nuestros proyectos, nuestros sueños, sin la presencia y acompañamiento de aquellas personas que Dios pone en nuestros caminos para hacerse presente Él mismo como guía, como luz.
Don Cafasso nos recuerda que “nadie puede solo”, que todos necesitamos un “amigo del alma” (como lo llamaba Don Bosco), que nos acompañe en el caminar cotidiano, que nos brinde un espacio de escucha, que nos ayude a iluminar nuestros proyectos de vida, que nos haga presente la cercanía y el cariño de Dios. De hecho esta fue una de las grandes motivaciones que en mi proceso vocacional me animaron e impulsaron a decirle que sí al llamado de Dios a la vida religiosa salesiana: ser signo y portador del amor de Dios para los jóvenes.
Encuentro en el acompañamiento un espacio hermoso de encuentro que da sentido pleno a mi vida y me acerca a Dios y a los jóvenes.
Hagamos propia la experiencia de Don Bosco, busquemos estos espacios que tanto bien nos hacen. Dios nos ama y se preocupa por cada uno de nosotros, siempre pondrá en nuestros caminos personas que nos escuchen y nos iluminen en nuestros procesos hacia una vida plena y feliz.
Por: P. Carlos Romero SDB