Entrevista al salesiano Ariel Fresia, autor de Justicia educativa.

Con una larga trayectoria en los campos de la pastoral juvenil y la educación, el salesiano Ariel Fresia presentó recientemente Justicia educativa, un libro de Ediciones Don Bosco Argentina donde invita a docentes y educadores a pensar estrategias para que la escuela sea realmente inclusiva. En esta entrevista presenta algunas de las paradojas de esta inclusión, que muchas veces termina generando el efecto contrario.

¿Qué significa la expresión “justicia educativa”?
Hasta hace unos años se pensaba que lo mejor que podía hacer la escuela era “integrar” a los niños y niñas con dificultades de aprendizaje, con necesidades educativas especiales. Luego ese enfoque resultó insuficiente y se comenzó a hablar de “inclusión educativa”, porque no se trataba sólo de problemas de aprendizaje que debían ser integrados, sino también de diferencias sociales y de “capital cultural”. Pero últimamente ya resulta insuficiente esa visión, y se está planteando la necesidad de “justicia” curricular: ni integrado, ni incluido, sino “justo”. Que se consideren las diferencias personales, sociales y culturales en el diseño del currículum y en la organización escolar.

En Justicia Educativa hacés referencia a las “trampas de la inclusión” ¿A qué te referís?
Cuando parece que tomamos grandes decisiones inclusivas, muchas veces se nos escapan elementos que no podemos manejar y que favorecen la exclusión. Son“trampas”, porque no lo hacemos con una mala intención. Por ejemplo, proponemos un mismo juegopara todos, pensando en lo que le gusta a la mayoría,perono consideramoslos gustos minoritarios. O bien hacemos entrar a ochenta chicos de distintos orígenes en el primer año del secundario, pero sólo treintaterminan sus estudios en nuestra escuela,yno nos preguntamos qué pasa con los que quedan en el camino. A veces excluimos desde el comienzo: por ejemplo, cuando ponemos exámenes de ingreso, o cuando la gente tiene que estar toda una noche haciendo fila para inscribirse en el colegio. Entonces somos inclusivos con los que quedaron adentro, pero después de hacer una gran exclusión con los que quedaron fuera.Tratamos de incluir, pero a los chicos les pedimos tres uniformes diferentes, o les indicamos que todos los trabajos sean entregados en computadora, porque creemos que eso favorece la calidad educativa… y en realidad no sólo no es así, sino que termina excluyendo o perjudicando a los que no tienen ese medio.

¿Qué podemos hacer frente a estas “trampas”?
Tenemos que crear una cultura institucional distinta. A veces pensamos que somos muy buenos porque le damos oportunidades a todos, pero esas oportunidades no son tales. Decimos que el alumno “no estudia”, por lo tanto no amerita la beca, y se la quitamos. Pero,¿no estudia porque no quiere, o porque no tiene una computadora o no tiene los útiles?Hay un sinnúmero de situaciones de contexto que lo dificultan. Entonces, además de otorgar becas, tendríamos que dar el dinero para el transporte público, conseguir padrinos o financiación para que pueda comer en la escuela, brindar los útiles y el uniforme. En resumen, tendría que haber varios dispositivos pedagógicos, materiales y económicos que faciliten que el que viene a la escuela salesiana permanezca y egrese satisfactoriamente. Sino, terminamos responsabilizando de su fracaso a las propias víctimas.

¿Qué desafíos plantea la justicia educativa para la escuela salesiana?
Esteconcepto no tiene una buena realización práctica y política en la actualidad argentina, porque significa no sólo que los pobres estén en la escuela, sino que allí puedan desarrollar todas sus posibilidades, y para eso son necesarias políticas educativas a largo plazo, algo que en nuestro país parece difícil. Sin embargo, hay dos cuestiones que como salesianos deberíamos considerar. Por un lado, pensar en complementar la formación profesional —que de por sí es muy valiosa— con un propuesta de terminalidad, ya sea primaria o secundaria, para que verdaderamente se dé la justicia curricular que les permita a los estudiantes dar el salto hacia otras oportunidades:con un título secundario es más fácil conseguir trabajo y se abren otras posibilidades, incluso de seguir estudiando y acceder a un título universitario.

Por otro lado, algo llamativo de algunas iniciativas pastorales es que muchas veces los chicos y chicas de las propuestas de educación no formal, como pueden ser los exploradores, no acceden a la escuela salesiana. Es un fenómeno extraño que nos lleva a pensar qué estamos haciendo nosotros con las políticas pastorales de inclusión o de justicia. Si nos gusta que esos jóvenes estén en la escuela, bien podrían estar en la escuela salesiana.

Por Ezequiel Herrero y Santiago Valdemoros• redaccion@boletinsalesino.com.ar

Boletín Salesiano, abril 2017