Una niñez marcada por el sufrimiento, la carencia y la enfermedad. Una paz y un amor extraordinarios. Un ejemplo a imitar: Jesús buen pastor, que ama hasta dar la vida. Laura Vicuña Pino nació el 5 de abril de 1891 en Santiago de Chile; murió apenas 12 años después, pero su huella de santidad cambió la vida de su madre y hoy sigue vigente. Aquí van 5 características de Laura que la llevaron junto a su gran amor: Jesucristo. 1. Huérfana, pobre e inmigrante José Domingo Vicuña fue militar y padre de Laura. Debió refugiarse junto a su esposa Mercedes del Pino y su pequeña hija en Temuco, tras la derrota de las fuerzas balmacedistas en la guerra civil chilena iniciada en 1891. Tres años después nació la segunda hija del matrimonio, José enfermó y murió (se estima que tenía alrededor de 21 años al momento de su fallecimiento). Mercedes permaneció en Temuco algunos años más, subsistiendo gracias a su oficio de costurera y un pequeño negocio. La posibilidad de progresar económicamente la llevó a trasladarse hacia la Argentina junto a sus hijas, entre las caravanas de comerciantes que cruzaban la cordillera, en el verano de 1899. Se instalaron en la estancia de Quilquihué, a unos 16 km. de Junín de los Andes, provincia de Neuquén. 2. Víctima de violencia familiar y de género Mercedes comenzó a trabajar en la estancia cuyo propietario era Manuel Mora. El hombre se dedicaba a las carreras de caballos y testimonios de la época afirman que era alcohólico. El sacristán del colegio salesiano de Junín lo había definido como un «individuo perverso y grosero». Mora extorsionó por años a la madre de Laura. Ella viviría en concubinato con él, aceptando y callándose ante malos tratos, acoso sexual, violencia verbal y física, al punto de atarla y marcarla a fuego con el hierro que se utilizaba para el ganado en presencia de los peones. A cambio, las niñas tenían alimento y un lugar donde vivir. Claro está que no se trataba de una situación agradable o fácilmente soportable, por lo que Mercedes decidió internar a sus hijas en el colegio de las Hijas de María Auxiliadora. 3. Alumna responsable, agradecida y generosa Laurita definió al colegio como su «paraíso». Compartía con sus compañeras, tenía gestos de cuidado hacia las niñas menores y de agradecimiento con las HMA (hermanas salesianas Hijas de María Auxiliadora). Como estudiante era excelente, responsable y dedicada. Era el lugar donde podía estar en paz y ser feliz, dedicarse a los temas que le interesaban y profundizar su amor por Jesús. Toda esa alegría entraba en conflicto con la situación de su casa. Laura conocía y experimentaba el maltrato y el acoso, incluso veía los castigos que tenía su mamá cuando quería defenderla. Las vacaciones se convertían en una tortura. Cuando en clases de religión hablaron de la importancia del matrimonio y del amor, en contraposición al pecado de la violencia y del abuso, Laurita llegó a desmayarse en más de una ocasión, por comprender que la persona a quien más quería en el mundo, su mamá, se encontraba con esta situación a diario. 4. Amor a Jesús Jesucristo fue su centro y su esperanza. Con 10 años, Laurita recibió la Eucaristía por primera vez y emocionada hasta las lágrimas, consagró toda su vida, con el deseo de llegar a convertirse en Hija de María Auxiliadora. Escribió ese día, el 2 de junio de 1901, tres propósitos para su vida:

1. Quiero, Jesús mío, amarte y servirte durante toda mi vida; por eso te ofrezco toda mi alma, mi corazón y todo mi ser. 2. Quiero morir antes que ofenderte con el pecado; y por eso quiero apartarme de todo lo que pueda separarme de Ti. 3. Prometo hacer de mi parte cuanto sé y puedo, aun con grandes sacrificios, para que Tú seas siempre más conocido y amado, y para reparar las ofensas que todos los días te infieren los hombres que no te aman, especialmente las que recibes de los míos.

¡Oh, Dios mío, concédeme una vida de amor, de mortificación y de sacrificio!

5. Firme y decidida: hasta el extremo

Laura resolvió entregar su vida a cambio de la conversión de su madre. Esto significaba un cambio de vida total, que iniciaba dejando a Manuel Mora, con el peligro y la incertidumbre que ello implicaba.

No se sabe con certeza cuándo entró esta idea en la mente de la niña, aunque algunos creen que ocurrió durante la fiesta litúrgica de Jesús Buen Pastor, el 13 de abril de 1902, por inspiración del pasaje del Evangelio que dice:

“El buen pastor da la vida por sus ovejas” (Jn 10, 11)

A pesar de que crecía sana y fuerte, durante la segunda mitad del año 1903, su salud decayó totalmente y el 15 de septiembre abandonó el colegio de las Hijas de forma definitiva. La idea de Mercedes era llevarla a la estancia, donde solo permaneció dos semanas. Al empeorar el cuadro, la madre alquiló un pequeño rancho en Junín de los Andes, cerca del pueblo, del colegio y de los médicos.

Allí murió el 22 de enero de 1904, con 12 años y 9 meses, a las 6 de la tarde, en presencia del Padre Genghini (enviado por su director espiritual) y de su mamá Mercedes. A ella confesó su acto de entrega, consiguiendo que prometiera dejar a Mora y cambiar su vida volviéndose a la fe, e hizo al sacerdote testigo de esta promesa.

Por: Luciana Caprini Pueden encontrarse más detalles de la historia de la beata Laura Vicuña en: https://lauravicuna.free.fr/es/index_es.html