Jonathan Sierra -el ogro- tiene 23 años y vive en el asentamiento llamado «El Sifón» de la ciudad de San Miguel de Tucumán. El apodo se lo ganó por un supuesto parecido con Shrek, el personaje animado que vive en un pantano alejado de las ciudades, los caballeros y los dragones.
Este pintoresco ser de color verde que por naturaleza tiene mal carácter y ermitaño comportamiento se ha ganado el corazón de chicos y grandes. Y es que con el transcurso de los minutos el espectador se da cuenta de su gran corazón y disimulada simpatía, generando un vínculo muy especial con los que conocemos su historia. Y tal vez por esto a Jonathan lo han apodado de esa manera. Quizás este joven que vive en un asentamiento urbano a cargo de 8 hermanos junto a su madre tenga rasgos de un personaje de película o su historia es digna de contar, y mostrar que a pesar de las adversidades se puede rescatar a otros jóvenes que siguen en su pantano.
En primera persona hablamos con Joni, el ogro que sonríe y da color al oratorio.
Ogro, ¿Cómo te enganchaste en el oratorio?
Me enganché en el oratorio cuando venía a los cursos profesionales que se dictan en el Massa, que se dan a la noche. Entré al oratorio gracias a un profesor que me animó. Al principio tenía miedo y vergüenza. En ese momento había un grupo de chicos que jugaban en el patio, y yo los miraba con ganas de integrarme. En los recreos veía como los chicos jugaban y yo sentía que tenía que estar entre ellos. A las pocas semanas traje a mis amigos para unirme al oratorio y así fue. Comenzamos con un grupo pequeño. Al principio fue difícil porque nosotros veníamos de un barrio pobre y muchas veces nos hacían a un lado. Yo, en ese tiempo estaba alejado de la Iglesia y el oratorio me acercó mucho. Empezamos simplemente a jugar a la pelota. Pero lo que más me gustaba era en realidad las buenas tardes que daba un profesor.
En una época, en el oratorio, llegamos a ser setenta y todo era alegría y juego. En ese tiempo no tenía idea de lo que estaba pasando entre nosotros. Al poco tiempo pasó algo que hizo un click en mí y en mis amigos. Dos chicos que venían al oratorio se suicidaron, uno por la droga y otro por depresión. Eso marcó un antes y un después. Yo pensaba: “Que podemos hacer por los jóvenes para que no caigan en el suicidio, en la droga…”
De una situación tan difícil decidimos hacer algo bueno. Empezamos a inyectarle más vida al oratorio, trayendo a nuestros hermanitos y vecinitos. Queríamos mostrarles algo nuevo, que respiren otro aire. Nuestro principal proyecto para sacar a los jóvenes de la frustración era traer a los chicos del barrio para que salgan de lo que estaban viviendo, del ambiente negativo y empiecen a ver otra cosa. Muchos dejaron de venir al poco tiempo al oratorio pero seguimos adelante igual. Yo perseveré porque siempre creí en la propuesta y empecé a traer nuevos chicos. Empezamos a hacer juegos nuevos a entusiasmar a más, a salir a invitar. En el 2013, cuando se hizo el oratorio de verano vi otra cosa que me ayudó y me animó mucho, la alegría que ponían los animadores, los juegos bien preparados, la música, el amor que ponían en cada juego.
El año pasado, el 2014, fue un año difícil. Muchos de los animadores dejaron de venir. Parecía que todo se terminaba pero los mismos chicos que venían del barrio ponían fuerza para que salga el oratorio adelante y aquí estamos, seguimos apostando al oratorio.
¿Cuál es tu tarea en el oratorio?
Yo traigo al patio del Lorenzo Massa a los chicos de la villa y después los hago jugar, los animo. Trato de calmarlos porque vienen acelerados. Muchos animadores, también como yo, vienen y les dan un tiempo valioso a los chicos. Yo soy uno más de un grupo muy lindo.
¿Cómo ves a los jóvenes de Tucumán?
Veo muchos jóvenes que se divierten, que la pasan bien. Pero, también me duele porque muchos dejan la fe. El mundo en el que ellos están metidos, de robar y tener plata fácil, drogarse es muy negativo. A mí me pasa que tengo familiares que están en la droga y no pueden vivir sin eso. Viven pendientes de lo que el cuerpo les pide, que es la droga.
¿Ves jóvenes comprometidos?
Hay muchos jóvenes comprometidos también, no solo están los que se dedican a la joda. Por ejemplo acá en el oratorio, los veo a los animadores muy comprometidos. Hay jóvenes que buscan un buen camino y un futuro bueno. Son jóvenes que tienen esperanza. Saben decir por ejemplo, no a la droga y si al estudio.
¿Qué te gustaría cambiar de la realidad?
Muchas cosas. Por ejemplo, que muchos jóvenes vean que se están haciendo mal y están haciendo mal a su familia con las adicciones. No pueden terminar su proyecto de vida siendo tan jóvenes. Tienen que acercarse a alguien y pedir ayuda. También me duele que hay mucha discriminación. Yo siento eso todos los días cuando busco trabajo, cuando salgo a la calle. La gente dice “ahí va el vaguito del barrio el sifón”.
¿Qué podes hacer vos para cambiar la realidad?
Lo que vengo haciendo. Sacar a los chicos de la calle y traerlos al Massa y que vean que hay otra cosa, otra realidad, que lo que ellos ven todos los días en el barrio, no es lo unico. Que hay otro mundo, que se puede salir adelante. Que hay gente que confía en ellos.
¿Quién es Don Bosco para vos?
Bueno Don Bosco es muy especial para mí. Su vida, fue pobre como yo y se dio por los pobres. Entiendo a Don Bosco como alguien que con juego y con algo de comer, conquisto a los jóvenes. Yo me siento muy identificado con esto. Don Bosco pensaba que había que dar todo por los jóvenes más pobres y eso yo lo siento muy fuerte. Yo siento ese llamado a ser como Don Bosco. No es difícil, simplemente pienso que un animador salesiano tiene que acercarse, saludar y ver que necesita el joven.
¿Cómo haces para organizar tu tiempo?
Yo trabajo en albañilería, no es fácil. Aunque este cansado, lo poquito que puedo hacer lo hago por el oratorio. A veces siento que estoy muy cansado, sin fuerzas, pero me gusta dar una mano en el oratorio. Yo creo en el bien que puede hacer el oratorio. A mí no me importa que un día trabaje mucho y este molido, yo lo mismo vengo al oratorio a servir a los jóvenes.
¿Si fueras un político que harías…?
Trataría de ayudar más a los pobres. Los políticos creen que un bolsón de comida soluciona la pobreza. Lo que cambia la sociedad es una escuela, un equipo de futbol con los chicos, un oratorio. Cambia la manera de pensar de los jóvenes, su forma de ver el mundo. Los changos en el oratorio tienen un soporte, una verdadera ayuda.
¿Tenés algún sueño?
Primero que nada quiero tener mi propia casa. Que mis hermanos terminen la escuela. Quiero tener un trabajo fijo para poder salir de la pobreza. Hago changas pero eso no alcanza, necesito trabajar para ayudar a mis hermanos. Yo tengo que darle todo a mis hermanos. Mi mama tiene el sueldo de madre 7 hijos pero eso no alcanza.
¿Algo más para cerrar la entrevista?
Yo quiero que el que lea esto… aunque viva en un barrio de porquería, pueda ser una buena persona, y puede construir algo mejor. De los barrios pobres también salen jóvenes buenos con esperanza y proyectos de vida.
Por Germán Díaz