La memoria de los santos mártires Versiglia y Caravario puede motivar nuestra vida de fe y plantear algunos cuestionamientos: ¿Hasta dónde vos llegás? ¿Cuánto sos capaz de dejar en el camino por seguir a Jesús?
Luis Versiglia y Calixto Caravario, a quienes recordamos hoy por cumplirse un nuevo aniversario de su martirio, fueron dos oratorianos. En su niñez conocieron el oratorio de Don Bosco, y esa vida de fe, ese testimonio, transformó sus miradas, sus sueños y deseos.
Luis, nacido en la región de Lombardía, Italia, el 5 de junio de 1873, quería ser veterinario. Esas aspiraciones cambiaron cuando, a sus doce años, se encontró con los salesianos en Turín. Permaneció cerca de Don Bosco, siendo este su confesor. El 11 de marzo de 1888, el joven Versiglia presenció el envío de los primeros 8 misioneros salesianos que partieron con destino a la Argentina. Entonces decidió consagrar su vida como Salesiano de Don Bosco a la misión ad gentes.
Estudió Filosofía y recibió la ordenación sacerdotal en 1895 a los 23 años. En ese momento, Don Miguel Rúa (entonces Rector Mayor) le confió el servicio de Maestro de Novicios en Genzano.
Mientras tanto, en Macao, al sur de China, el obispo pedía una presencia salesiana, que se instaló en 1906. Eran 6 salesianos, liderados por Luis Versiglia. Allí se establecieron y crearon oratorios, orfanatos y una banda de música que dio vida a la región.
Un tiempo después, en 1921, asumió como Obispo en la misión de Shiuchow. Este será el escenario que verá sus últimos años y su martirio.
Calixto Caravario nació el 8 de junio de 1903 en Turín y también asistió al oratorio. Quiso ser salesiano y en 1920 expresó a Luis Versiglia su deseo de acompañarlo en China. Así lo dispuso la Providencia y dos años más tarde se encontraron los santos para desempeñar su tarea apostólica en Shiuchow.
El 25 de febrero de 1930 se dirigían junto a algunos jóvenes (dos maestros, dos catequistas y una alumna) hacia el distrito de Lin Chow para una visita pastoral. En un lugar apartado del río, los interceptaron piratas bolcheviques. Los salesianos se pusieron al frente de las jóvenes y fueron capturados, torturados y finalmente fusilados. Cuentan que antes de morir, se confesaron el uno al otro.
Juan Pablo II reconoció en estos mártires el espíritu del Buen Pastor, que ama hasta dar la vida por las ovejas, por la verdad y la justicia, por la defensa de los vulnerables. El mismo Papa los declaró beatos en 1983 y santos en el año 2000.
Luis y Calixto, dos almas jóvenes que se la jugaron por el Evangelio.
Dos vidas transformadas por el patio salesiano, que se sumaron a la misión de llevar a un Jesús oratoriano hasta tierras lejanas.
Por: Luciana Caprini