Estrellas de bondad

«Les comparto un escrito que me salió en estos días, al ver la actitud de un joven de nuestra escuela.
Pienso que los finales de año son también cosecha 🤲🏾, de reconocer las cosas lindas, cositas pequeñas que dan sentido al todo…quizás pueda ayudar a quienes estamos en las escuelas.» 

Por Hermano Juan Pablo Tobanelli sdb

 

𝗘𝘀𝘁𝗶𝗺𝗮𝗱𝗼 𝗝𝗼𝘀é 𝗟𝘂𝗶𝘀 𝗠𝗮𝗿𝘁í𝗻 𝗗𝗲𝘀𝗰𝗮𝗹𝘇𝗼.
𝘈𝘴𝘶𝘯𝘵𝘰: 𝘓𝘢 𝘦𝘴𝘵𝘳𝘦𝘭𝘭𝘢 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘣𝘰𝘯𝘥𝘢𝘥.

En un arrojo de excesiva confianza, tanto humana como literaria, es que me animo a dirigirle estas líneas.

En su libro “𝘊𝘶𝘦𝘯𝘵𝘰𝘴” usted refiere que el periódico “La Gaceta del Norte” de Bilbao realizó el concurso “La estrella de la bondad”, ya que “pensaron que había que descubrir a esa buena gente y contárselo a los demás” tratando de “encontrar los cinco mejores muchachos de las provincias del norte de España para regalarles cinco preciosas estrellas de plata y proponerlos a todos sus lectores como modelos”.

Comparto con usted que a veces nos quedamos con “historias que pasaron hace siglos”, pero lo que más gusta son “las historias fresquitas, fresquitas, recién sucedidas, vivitas y coleando”. Pues bien, aquí le va una historia que quisiera compartirle.

Este joven, de quién obviaré su nombre, es dinámico y bondadoso como su Pedro Javier Olleta Sánchez de Sangüesa, pero a diferencia de este, está vivo entre nosotros. Como ya queda claro no es una jovencita como su Benita Echevarría de Aranguren o Blanca Aurora López Pantoja de Portugalete. Para asistir a esta escuela recorre desde hace años una distancia similar a los 5.475 km de Melchor Ugalde de Baquio. Pero creo que bien se parece a Ángel Sagastúy de Rentaría por su sacrificio y amistad.

La cosa es que este joven finalizando las clases se acercó al Padre Director con una pregunta: “¿puedo venir a las clases de apoyo?” Desconociendo sus calificaciones el sacerdote le dijo que cuántas materias se llevaba. El chico respondió que ninguna, que quería venir a ayudar a dos de sus compañeros. Pasado el momento de duda y hasta de desconfianza, el padre, le dio el “sí”.

La semana comenzó y apareció este joven. Su presencia fue motivo de pregunta y asombro de los profesores y “objeto de estudio” de la mirada de los otros chicos. La cuestión es que él “estaba” como lo hizo durante todo el año pasando desapercibido, dando una mano, con buen humor y salidas ocurrentes, a la par de sus amigos. Y todo esto “sin selfie”.

Que cuando uno termina su año de estudio merece que vengan la piscina, los encuentros, la fiesta, el Mundial del fútbol (!): ¡si! Que cuando termina el año escolar la mochila, carpeta y escuela pueden esperar hasta marzo: también. Pero el sacrificio y la amistad no se toman vacaciones. La bondad, como el amor, “no pasará”.

Vaya entonces esta pequeña historia desde estos cielos del sur hasta el periódico “La Gaceta del norte”: es que bajo este cielo también parece que brillan muchas estrellas de bondad en el corazón de chicos y chicas.