Ellas miran detrás de sus ventanas. Son cuatro sonrisas que esperan el sonido del timbre y a una multitud de chicos que se abarrotarán para degustar de algo caliente mientras el frío espera en alguna esquina. Ellas, con sus delantales colorados, son solo algunas de las tantas siluetas de mujeres que miraron por la misma ventana y formaron parte de un equipo de madres que se avocan a trabajar por los chicos.

Con más de 40 años en el Colegio Don Bosco de Mendoza “las mamás Margaritas” trabajan en el kiosco para ayudar al colegio con todo lo recaudado, entre otras cosas.
En1 persona les presentamos a cuatro de las Margaritas, las mamás que nunca dejan de ejercer su rol…

¿Cómo comienza el día de las Margaritas?

La mayoría de nosotras ( 20 madres repartidas durante la semana) ingresa a las siete de la mañana porque tenemos nuestros hijos en el colegio, así que hasta ese momento somos madres de familia para luego pasar a ser madre de muchos más chicos. Después iniciamos con los preparativos del quiosco. Calculamos la mercadería para ese día, acomodamos, reponemos, cocinamos las pizzetas, y supervisamos que todo este fresco para ese día, en definitiva hacemos todo para que los chicos se sientan como en su hogar.

¿Se dieron cuenta que ustedes están educando entre pizzetas y bolsas de caramelos?

Sí, en todo momento. A veces escuchamos que alguno dice una mala palabra y lo llamamos o lo retamos desde el kiosco y te aseguro que ese chico no lo va a volver a hacer, por lo menos cerca del kiosco. Ellos te miran, te entienden y vamos generando una relación de confianza. Con el paso de los años vas acortando camino con ellos. Al principio le decía «buenos días que vas a querer» y después ya los conoces por el nombre. Y ellos se sienten parte de una familia.
En toda familia hay algún hijo en etapa de rebeldía. ¿Quiénes sería en este caso?

(Risas) Los de quinto años son los más picaros. Si se te cae una pizzeta te piden que se la regales, te piden fiado, quieren que le hagamos precio en todo porque es el último año. Pero después te los encontrás en el centro y te gritan ¡ehh Margarita! y uno se pone felíz por la devolución de cariño. Somos todas Margaritas. Es un mimo por más rebelde que sean.

Hablando de familia, ¿qué opinan sus respectivos esposos de hacer esta actividad?

(Risas/casi carcajadas) Son los más felices, imagínate unas cuantas horas sin la mujer en la casa… es un chiste. Ellos nos apoyan, saben que esta actividad nos llena el corazón y además estamos cuidando a nuestros propios hijos que vienen al colegio. Después en nuestra casa seguimos con nuestras tareas habituales.

Pero no todos los días son color de rosa…

Por supuesto. Un día los chicos están alegres y al otro están totalmente tristes por algo que les paso fuera del cole. Y a nosotras nos pasa lo mismo pero no podemos mostrar eso a los chicos. Una de las Margaritas estuvo sin venir por una semana porque no estaba bien y como no tenía alegría para compartir con los chicos prefería no venir. Nosotras nos dimos cuenta desde el primer día que son muchas otras cosas las que ofrecemos. Desde acá se ven las problemáticas de los jóvenes, te cuentan sus preocupaciones o las ves en sus rostros.

El rol de madre no tiene fecha de caducidad, ¿y el de Margaritas?

Nuestra labor no tiene vencimiento. Hay Margaritas que ya están hace más de 30 años ayudando desde acá. No tenemos fecha de caducidad, algunas estaban muy débiles de salud y seguían viniendo a ayudar, contar la plata, acomodar mercadería o solo acompañar porque este espacio es parte de su vida. Nosotras nos sentimos Margaritas acompañando a Don Bosco en todo, lo hacemos dentro del colegio pero cuando podemos también tratamos de hacerlo afuera. Somos madres de más de mil chicos.