El Padre José María Blanco es sacerdote salesiano y desde 1962 anuncia el Evangelio en Corea.

El Boletín Cagliero 11 de junio nos acerca el testimonio del P. Blanco y, como cada mes, alienta a los jóvenes que quieren dar testimonio del Dios-Amor, a salir, a misionar, a brindarse.

Nací en Madrid en el año 1930, en una fervorosa familia cristiana.

En la Cuaresma del 1945 y encontré un libro titulado “Voluntarios”. Eran relatos de misioneros y algunas páginas de explicación sobre la vocación. Yo empecé a leer el libro por pura curiosidad y al poco tiempo me quedé fascinado.

 


Se abrieron ante mi mente horizontes insospechados del encanto y el valor de la vida empleada en seguir Jesús y en difundir el Evangelio.


 

Frecuentaba la capilla del colegio, y de rodillas cerca del Sagrario, pensaba cuando Jesús decía a los Apóstoles: “Ven y Sígueme”, y también cuando San Francisco Javier moría, a los 43 años, habiendo predicado el Evangelio.

En el Noviciado escribí la carta de petición para ir a las misiones. El día después de mi Profesión religiosa, el inspector leyó los nombres de los enviados a las misiones. De los 63 recién profesados, 32 iban a las misiones, todos a Sud América, dos o tres a cada nación.

Mi nombre no salió. Yo estaba triste. Pero el inspector dijo todavía: “Y este año, cuatro de los recién profesos irán a Japón” y leyó los nombres. El tercer nombre fue el mío. Me quedé aturdido. Al salir del comedor fui derecho a la capilla y me eché a llorar de emoción.

Llegué al Japón en enero del 1950. La obediencia me envió a Corea y llegué el viernes 30 de marzo de 1962 para ayudar como vice-párroco en la periferia de Seúl, en la parroquia San Juan Bosco.

Aquella tarde los cristianos hacían el Via Crucis. Los hombres arrodillados en el suelo de madera a la derecha, las mujeres a la izquierda, dejando un pasillo en el centro de la iglesia. Después del Via Crucis, mucha gente se quedó en la iglesia para rezar las oraciones de la noche. A la mañana siguiente, luego de la misa, mucha gente se quedaba rezando y nosotros rezábamos y meditábamos, sentados en el suelo, con ellos.

Los primeros días fueron difíciles, pero poco a poco me di cuenta que todo había sido un regalo del Cielo. Los cristianos nos daban ejemplo de estar rezando en la iglesia sentados en el suelo, cerca del Sagrario. Y también nos ayudaban viviendo en mucha pobreza, con paciencia, esperanza y alegría. Y nos querían mucho.

 

Uno de los grandes desafíos que encontré fue la lengua. Ya había aprendido el japonés y ahora comenzaba con el coreano que era más complejo. Otro desafío es que por el momento los católicos son sólo el 10% de la población. También, duele ver, todavía, la Corea dividida en dos naciones separadas.

Las alegrías más grandes que he experimentado son los bautismos de los catecúmenos y la Profesión Religiosa de los novicios. También es causa de alegría ver que Corea era una nación muy pobre, y ahora, gracias al trabajo y a la organización que los coreanos tienen en su cultura, actualmente es una nación donde reina el orden, el progreso y un nivel de vida digno, y todos tienen la mentalidad de compartir la riqueza y ayudar a otras naciones
más pobres.

A los jóvenes que desean ofrecerse a ser misioneros:

Les recuerdo que la base de nuestra vida de la oración personal, de vida alegre en la Comunidad y de todas nuestras actividades, es el Amor a Jesús, realmente presente en la Santísima Eucaristía. Debemos hacer la visita a Jesús Sacramentado, bien hecha, todos los días. Además, muy agradecidos, cultivamos la Devoción a la Santísima Virgen y rezamos el Rosario, como nos enseña Don Bosco.

Procuremos vivir siempre con el corazón abierto a los

buenos ejemplos y lecciones de los demás, aún de los pobres.

 

Una vez, un pobre, que se llamaba Mateo y era cristiano antiguo, me preguntó cómo haría yo para resumir el Evangelio en pocas palabras. Yo enseguida me puse a explicar, resumiendo algunos elementos esenciales.

El buen Mateo me escuchó con paciencia hasta que al final me dijo: “¿No le parece que aún es un poco largo?» Y yo le dije: “Bueno, entonces ¿a ver cómo lo explicas tú en menos palabras?» Y Mateo dijo: «Para mí es Evangelio esto: ‘Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale la izquierda.‘»

 

P. José María Blanco

Misionero español en Corea