Iluminación: el tesoro escondido.

Del evangelio según San Mateo (13, 44)

Dijo Jesús a la multitud: El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel». 

Reflexión del Papa Francisco:

«La parábola del tesoro escondido […] destaca la sorpresa del descubrimiento y la alegría de su dueño. Quien encuentra ese tesoro se da cuenta de que ha encontrado algo precioso, lo que puede dar un vuelco a su vida. Es una alegría que transforma. Es la alegría que brota al descubrir algo que los demás no conocen, algo único que vale más que todos los demás bienes. El que encuentra el tesoro escondido no quiere arriesgarse a perderlo, porque sólo ese bien puede dar un sentido pleno a su vida. Por eso, vende todo lo demás. No necesita nada más.  El Reino de Dios se nos da como un tesoro escondido, un tesoro que no está hecho para ser archivado, sino para ser buscado, descubierto y para que dé fruto.»  

(Cf. Ángelus, 26 de julio de 2020) 

Reflexionamos juntos

El Papa Francisco nos dice que el Reino de Dios es una «sorpresa» que provoca una «alegría que  transforma». 

Don Bosco fue un hombre que encontró este tesoro «escondido en el campo» de los suburbios  de Turín, un tesoro oculto bajo los rostros sucios, heridos y olvidados de los jóvenes. Y, por la  alegría que le dio, «vendió todo» por «comprar ese campo», que llamó Oratorio. 

Pero la historia no terminó ahí. Cuando Don Bosco envió a sus misioneros en 1875, no les dijo  «vayan a buscar un tesoro». Les dijo algo mucho más radical. Les dijo: «Ahí tienen un tesoro…». No les envió a buscar; les envió a administrar un tesoro que él ya les entregaba. Un cofre que  contiene la «Matriz» de nuestro carisma, lo vital para nuestro corazón misionero. La pregunta que nos deja esta meditación no es si encontraremos el tesoro. La pregunta es:  ¿Qué estamos haciendo con el tesoro que ya se nos ha dado?

 

Pensemos juntos a partir del siguiente vídeo:

Para contemplar, rezar y reflexionar…

«Agradecer»: (La Alegría del Hallazgo) 

El Reino es un tesoro encontrado. Pasa por tu corazón con memoria agradecida: ¿Cuándo y  dónde «encontraste» este tesoro de la fe o de nuestro carisma salesiano? ¿Quién fue la persona  que te «mostró el campo»? Agradece esa alegría original, esa «Matriz» de tu vocación, ese «cofre»  que te fue entregado por otros «administradores fieles». 

 «Repensar»: (El Venderlo Todo) 

El hombre de la parábola, por la alegría, «vende todo». ¿Qué cosas hoy te impiden «comprar el  campo»? ¿Qué comodidades, miedos o seguridades no estás dispuesto a «vender» por la alegría  de cuidar el tesoro? Mirando tu cotidiano, ¿estás viviendo esta entrega con la alegría radical del  Evangelio o como un simple «cumplir» con la tarea? 

 «Relanzar»: (El Tesoro que da Fruto) 

El Papa nos recuerda que el tesoro no es para archivarlo. El cofre misionero es para mantenerlo  abierto. Mirando los desafíos de tu patio, ¿qué «objeto» del cofre necesitas «sacar» y «repartir»  con más urgencia? ¿El «mapa» (para dar rumbo), el «mate» (para crear fraternidad), los «auriculares» (para escuchar sin juzgar)? Elige un elemento de ese tesoro mostrado en la  ilustración y comprométete a hacerlo dar fruto esta semana. 

Gesto misionero

El hombre del Evangelio no se queda quieto: la alegría lo mueve a actuar («va, vende, compra»).  Esta semana, deja que la alegría de saberte portador de un tesoro se traduzca en un gesto:  identifica un «campo» cercano que nadie quiera «comprar» (una persona difícil, una tarea que  nadie agarra, un rincón de tu casa desordenado). Por la alegría del Reino, «compra» ese campo:  hazte cargo de él, regálale tu tiempo y tu cuidado, sin esperar nada a cambio.