Cracovia. El miedo a morir cualquier día a causa de la guerra, o a perder su hogar o su familia es una constante en la vida de la joven siria Rand Mittri, quien compartió en la Vigilia de la JMJ Cracovia 2016 que, pese a todo y las dudas que la asaltan, no ha perdido la fe ni la esperanza. Compartimos sus palabras.
«Hola, mi nombre es Rand Mittri. Tengo 26 años y soy una graduada del Colegio de Ciencias Naturales de Siria. Estudio un máster en Alepo. Sirvo en el Centro Don Bosco de Alepo. Como deben saber, nuestra ciudad ha sido destruida, arruinada y devastada. El significado en nuestra vida se ha visto cancelado. Somos la ciudad olvidada.
He viajado para verlos con 21 de mis compañeros representando a la gente salesiana del Medio Oriente, incluyendo Siria, Líbano y Egipto. Con nosotros está el Padre Simón, el líder de la comunidad salesiana. Les doy gracias a Dios por permitirme estar aquí con todos ustedes.
Puede ser difícil para muchos de ustedes saber y comprender todo lo que está pasando en mi amado país, Siria. También es difícil para mí compartir una vida de dolor con ustedes en solo algunas frases, el dolor que está en nuestros corazones es muy grande para expresarlo en palabras pero trataré de mostrar algunos aspectos de nuestra realidad con ustedes nuestros hermanos.
Todos los días de nuestra vida estamos rodeados por la muerte pero, como ustedes, cerramos la puerta tras nosotros todas las mañanas mientras vamos al trabajo o la escuela. Es en ese momento que nos envuelve el miedo de no volver a encontrar nuestros hogares o nuestras familias mientras nos separamos de ellos.
Tal vez seamos asesinados ese día o tal vez sean nuestras familias las que mueran. Es un sentimiento difícil y doloroso saber que se está rodeado por la muerte y la matanza, y que no hay forma de escapar, que nadie ayuda.
Dios, ¿dónde estás? ¿Por qué nos has olvidado? ¿Existes acaso? ¿Por qué no tienes misericordia de nosotros? ¿Eres el Dios del amor? Cada día hacemos estas preguntas y yo no tengo una respuesta
¿Es posible que este sea el fin y que hayamos nacidos para morir en el dolor? Mi experiencia es que esta guerra ha sido en realidad difícil y dura, pero ha hecho que madure y crezca antes de tiempo para poder ver las cosas desde una perspectiva distinta.
Sirvo en el Centro Don Bosco en Alepo. Recibimos a más de 700 jóvenes hombres y mujeres que vienen esperando una sonrisa y una palabra de aliento. También buscan algo que de otro modo falta en sus vidas: trato genuinamente humanitario, pero es muy difícil para mí ofrecer alegría y fe a otros mientras yo estoy en bancarrota con estas cosas en mi propia vida.
Hemos perdido a mucha gente en nuestro centro en esta guerra. Jacques, un niño de 13 años murió cuando esperaba el autobús para venir a la lección cristiana y jugar con sus amigos. Desafortunadamente la amargura y el odio en el corazón de los hombres mató a este niño.
Michelle nos dejó una noche y la esperábamos al día siguiente en el centro, pero desafortunadamente el sueño de esa noche se hizo eterno porque su casa fue destruida y colapsó sobre ellos y se unió a los ángeles en el sueño.
La destrucción de la vida humana es más grande que aquella comparada a la demolición de ladrillos y piedras. Pese a todo esto mi vida y la vida de mis amigos en la Iglesia han seguido siendo de servicio y de entrega alegre a los niños en esta ciudad. Seguimos la huella de Don Bosco, quien creció en alegría para responder. Vemos la presencia de Dios cuando vemos a un niño que ayuda a tener agua, vemos a Dios en aquellos que se trabajan y se arriesgan por otros, vemos a Dios en padres que no se rinden y son capaces de darles alimentos a sus hijos.
Al final, le pido a Dios que todos en Siria y a todo el mundo, el don de la alegría y la misericordia, y que esto esté en el corazón de los tristes y abandonados. Este es un mensaje para todos los cristianos en la faz de la tierra».