La ruta de San Luis nos encontró en la parte trasera de un auto con el P. Mamerto Menapace rumbo a su conferencia. Teníamos poco tiempo para degustar de sus palabras antes que su publicó lo recibiera como un célebre artista que tiene mucho por contar.
Y es que el P. Mamerto, con sus 73 años no deja de entusiasmar con sus profundas historias y acertados cuentos, que tal vez comparte con su fiel amigo Landriscina en alguna tertulia “bien regada” como dice él, confirmando los beneficios de un vasito de vino durante la cena.
Monje Benedictino, profundo escritor con más de cuarenta libros publicados, ganador del premio Konex como exponente de la Literatura Juvenil, el P. Mamerto compartió su viaje con la sencillez que lo caracteriza, transformando nuestro camino en una necesaria hoja de ruta.
¿Padre, en la vorágine del día a día la gente disfruta del viaje?
La persona que tiene capacidad de gozar, puede hacerlo en un lugar encerrado escuchando música y otra persona puede estar frente a un magnífico paisaje y no ver nada porque por dentro anda amargado “como zapallo de zanja” y no disfruta, porque ha perdido esa capacidad. A mí me gusta rezarle a Dios pidiéndoles que no me dé más maravillas sino más capacidad de maravillarme.
Continuando con este viaje y recorriendo las distintas etapas de la vida llegamos a la juventud. ¿Cómo la definiría usted?
Joven es aquel que por amor todavía se anima a arriesgar. El que a los 18 años ya está de vuelta es porque no llegó muy lejos. Una de las monjitas que acabo de visitar tiene 100 años y todavía maneja la computadora y hace servicios a la comunidad.
Alguna vez escribió “el monje y el cura, el silencio y la palabra…”. ¿Qué importancia tiene el silencio y la palabra en las búsquedas de los jóvenes?
Silencio no es un problema de la boca, sino un problema del oído. Está en silencio el que está a la escucha, no necesariamente el que esta callado. Uno puede estar callado un día y piensa que esta en silencio pero puede tener un ruido interno fabuloso y no se puede encontrar con nadie. El silencio en el que Dios fecunda es el silencio del que está a la escucha. Hace poco vino una persona al monasterio con un problema muy difícil y luego de estar un rato largo a la escucha le dije: “ cuatro cosas querida… no-se-que-decirte” y ella me dijo que esa fue una de las respuestas que más le sirvió.
¿Y en este silencio de escucha el joven puede vislumbrar su vocación?
En primer lugar la vocación no se elige, se tiene y se puede descubrir o no descubrir. Descubierta se puede aceptar o no aceptar y aceptada se puede vivir bien o mal. Lo que uno es no se elije. Y después uno tiene que hacer, y para hacer, para tener una misión hay que prepararse, buscar caminos. La palabra vocación es descubrir lo que uno es, el para qué Dios te dio la vida. El joven tiene que preguntarse ¿Quién soy? ¿Para qué nací? ¿ De dónde vengo? Y después qué puedo hacer. Cuáles son mis tendencias, mis gustos, las personas que me conocen que me aconsejan. Un joven puede elegir una carrera y a los 2 años se da cuenta que no es eso y no se siente bien, pero no se equivocó, simplemente buscó y se dio cuenta que eso no es. Es simplemente acertar.
En este viaje puede surgir el noviazgo ¿cuáles serían los pilares para vivir esta etapa?
Hay tres detalles que están en la bendición inicial de la pareja humana. Dios dijo: Crezcan, multipliquen y dominen la tierra. En una pareja cristiana la primera condición es ayudarle al otro a crecer, que el varón le ayude a la mujer a desarrollarse plenamente como mujer y viceversa. Después Dios confía a la pareja humana a dar la vida, y la tercera es tener proyectos juntos, llegar juntos a viejitos, como alguna vez escuchamos a nuestros padres o abuelos. Llegar juntos a una feliz ancianidad pudiendo ver a los hijos de sus hijos.
El psiquiatra español Enrique Rojas habla sobre una sociedad “light” donde todo es “liviano”, efímero, descartable, desde la comida hasta las relaciones. Si fuese así, ¿cómo mantenemos vigente el concepto de familia?
Si tengo cinco caminos y le digo a uno que sí, automáticamente le digo que no a cuatro. Renuncia a muchas más cosas el que elije que el que renuncia a un solo camino. A veces cuando tenés muchas oportunidades baratas es difícil elegir y ser fiel a la elección porque uno se da cuanta a cuantas cosas renuncia.
Finalizando nuestro viaje y en el ocaso del camino llegamos a la vejez. ¿Qué opina de esta etapa Padre?
(Risas) Etapa que yo estoy viviendo, ya tengo 73 años, lo digo para que las señoras no calculen. La mejor manera de ser adolecente es ser buen niño, la mejor manera de ser joven es vivir bien la adolescencia. Cada cosa bien hecha nos prepara para la siguiente. Primero hay que ver si se llega a viejo, había un famoso médico que había conseguido que las mujeres no llegaran a viejas… las mataba de jóvenes … es un chiste por las dudas. Hay viejos y hay ancianos, pienso que el anciano guarda una sabiduría, una experiencia de vida y el viejo a veces puede ser un “pisabrote” que le molesta todo lo que ya no puede, entonces se dice que la experiencia es el peine que te regala la vida después que te deja calvo.
Por Carlos Llorens