Sierva de Dios Victorina Rivara de Perazzo
1867 – 1957
Laica, madre de familia
Sus virtuosos padres, Angel Rivara y Maria de Podesta, emigraron desde Genova, Italia, a Buenos Aires, Argentina y allí nació Victorina el 3 de abril del 1867. Recibió el Santo bautismo en la iglesia de la Gracia e hizo su primera comunión en la iglesia de Balvanera, en Buenos Aires. En las rodillas de su madre, Victorina, conoció la santidad de Dios y aprendió sus primeras oraciones.
La madre, consciente de su responsabilidad proveyó una educación religiosa a Victorina, a sus hermanas, y sus dos hermanos, ellos frecuentaron la escuela dirigida por las hijas de María
Auxiliadora, que pertenecía a la congregación Salesiana. Debido a este intimo contacto con las hermanas, Victorina tuvo el deseo de entrar en el convento, pero la Divina Providencia la destinaba a otra misión, la de ser una esposa y madre ejemplar.
Varias dificultades impidieron su entrada en el convento, fue así como conoció la Voluntad de Dios y la aceptó con docilidad. Cuando Victorina tenía 19 años conoció, al joven y
apuesto Rafael Perazzo y se casó con él, el 22 de septiembre de 1887, ella contaba con solo 20 años de edad. La hermosa celebración fue presidida por el salesiano sacerdote Valentin Casini, en la iglesia de San Carlos. Seis años más tarde nació su primer hijo, Rafael, al que le siguieron Rodolfo y María Angélica.
Después de algunos años del nacimiento de los hijos, la familia se mudó a la pequeña ciudad de Curuzú Cuatiá, donde Rafael tenía esperanzas de progresar económicamente y tener una vida mejor, donde podía cuidar a su familia y darles lo mejor.
Después de 26 años regresaron a Buenos Aires, con lo que habían ganado en Curuzú Cuatiá. Después de 38 años de matrimonio, Rafael murió en Buenos Aires, dejando a la esposa y a los niños en una buena posición económica.
Siendo que se educó con las hermanas salesianas, Victorina nutrió una gran devoción por San Juan Bosco. Por eso con su hija, María Angélica, viajó en Europa en 1934 para participar a la canonización de san Juan Bosco. Al regreso viajaron con el Santo sacerdote p. Luis Orione (Hoy conocido como San Luis Orione que a su vez fundó el Cottolengo que está en Itatí- Corrientes) con el cual Victorina tuvo una santa amistad. En no mucho tiempo, Victorina, influenciada por este santo sacerdote, decidió ser cooperadora salesiana. Desde
entonces, aumentó en ella el deseo de trabajar por los pobres y los niños, como lo hizo el Santo.
10 años después de su viaje a Europa, regresó a Curuzú Cuatiá con su hija y se quedó allí hasta el final de su vida. Victorina llevó una vida sencilla como esposa y madre ejemplar.
Ella transformó su vida de trabajo en una “oración constante”. Mantuvo siempre un austero estilo de vida para sí y fue generosa para con el prójimo. Tenía un vivo deseo de ayudar a sus vecinos, sobre todo a los pobres y a los niños. Tuvo un gran coraje que la llevó a practicar en grado heroico la caridad con los pobres y los niños, en conformidad con el carisma de San Juan Bosco. Vivió constantemente anclada en Dios, recibiéndolo en la Santa Comunión todas las mañanas, y practicando en grado heroico las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad.
Ella fue siempre de una dulce y humilde disposición que la llevaba a hablar poco. Con la buena posición económica dejada por su marido, podría haber tenido una vida de vanidad, ella en cambio, prefirió una vida sencilla y gastando su herencia por los pobres. A causa de su interés por la educación católica, fundó en Curuzú Cuatiá la escuela San Rafael en honor de su esposo, dedicada a la educación de los hombres. Esta misma escuela la donó a la Congregación Salesiana.
Otra escuela para la educación de los niños, donó al Instituto de las Hijas de María Auxiliadora (salesianas). Cerca de la escuela San Rafael, Victorina construyó una iglesia dedicada a San Juan Bosco. Victorina tuvo una muerte santa en Curuzú Cuatiá, el 24 de septiempre de 1957 a la edad de 90 años. Sus restos mortales descansan en la iglesia de San Juan Bosco en Curuzú Cuatiá. El último acto hecho por su causa de beatificación fue en el 1957. Victorina Rivara de Perazzo está en camino hacia los altares y esperamos el reconocimiento de sus virtudes heroicas para continuar con el proceso de beatificación.