Tomi Sahagún es prenovicio salesiano en ARN. A días de festejar un nuevo aniversario del nacimiento de Don Bosco, nos plantea una pregunta que todo miembro de la familia salesiana puede hacerse.
¿QUÉ SERÍA DE TU VIDA SIN DON BOSCO?
Era la pregunta que nos hacíamos entre los chicos del aspirantado y prenoviciado en una cena comunitaria. Entre suposiciones y dudas llegamos a una sola conclusión: nada sería igual.
Todos los que pertenecemos a la Obra Salesiana en las distintas partes del país y del mundo en algún momento hemos tenido “ese” encuentro en donde la vida, el trabajo y la historia de Don Bosco y de la Congregación Salesiana nos atraparon y a partir de ahí nuestros días empezaron a tornarse distintos. Aquel que para la pelota y revisa su historia de vida se da cuenta que “ese” encuentro fue fundamental para renovar la vida misma, darle un rumbo y un sentido distinto, como si algo cambiase en nosotros para siempre.
Dios tiene para cada uno de nosotros un propósito a lo largo de nuestra vida. Esa cosita que hace de motor diario y nos saca del abismo cuando ya no encontramos fuerzas. Y ese propósito en Don Bosco era el oratorio y los jóvenes más pobres y abandonados. No importaba si tenía que pagar las deudas eternas con el panadero o el carnicero para el alimento de cada día (el cual a veces no alcanzaba para él) porque se las rebuscaba siempre para pagarles. No importaba si tocaba dormir en algún mueble viejo de la cocina porque algún joven recién llegado al oratorio precisaba más de una cama. No importaba si se caía del cansancio por confesar un día entero porque en su lema pidió las almas y dejó lo demás (“Da mihi animas, caetera tolle”).
Estas y muchas cosas más hacen que la imagen que tenemos de Don Bosco nos motive a nosotros a ver el día a día de una forma distinta: para que la semana se corte con alguna planificación para las actividades del finde más un almuerzo/cena; para que el sábado y el domingo dejen de ser solo días de descanso y se conviertan en días de patio, encuentros, mates, alegrías y hasta tristezas; para que esas personas con las que solo coincidimos en los grupos se conviertan en las más fieles amistades; para que conozcamos y descubramos a ese Jesús amigo y también nos descubramos a nosotros mismos.
Te invito a pensar en cada animador con el que compartís, en cada joven que animás, en cada comunión que participás, en cada amistad que cosechaste en la Obra Salesiana, en aquel Salesiano que te ayuda a seguir madurando en lo espiritual y en cada experiencia o persona que te haya ayudado a crecer como cristiano y ser humano.
Teniendo todo esto en mente me animo a preguntarte:
¿Qué sería de tu vida sin Don Bosco?
Espero que estas palabras y esta pregunta te sirvan para comprender la importancia de tu vida en la Obra de Don Bosco, la vida del mismo Don Bosco en tu vida y por sobre todo, la vitalidad de la presencia de Dios en nuestro caminar del día a día y su constante inspiración por medio del Espíritu Santo para que sigamos obrando como Jesús quiere.
Un fuerte abrazo, Tomás Sahagún.