La pandemia marcó un antes y un después en la historia del Movimiento Juvenil Salesiano. Por primera vez, se suspendieron las actividades y los grupos debieron reconfigurarse para seguir acompañando a cada joven.
El año que pasó nos trajo muchas sorpresas; de un momento a otro, las certezas, planificaciones y actividades programadas se nos cayeron. En su lugar, aparecieron inseguridades, miedos, frustraciones y poco a poco, floreció la esperanza. «La palabra reinventarse ha surgido más de una vez lográndose apropiar de nuestro día a día», dice Melisa, jefa del Movimiento Exploradoril en el región Norte.
¿Cómo vemos hoy aquel tiempo necesario de crisis y dudas? ¿Somos capaces de hacer memoria agradecida de lo bueno y lo malo? ¿Con qué ojos miramos lo que viene y cuánto estamos dispuestos a confiar?
Hace exactamente un año, esta imagen abría un tiempo nuevo. Seguro recordás haberla visto y que algo se despierte en vos, te movilice o inquiete.
Nicolás, del Oratorio María Auxiliadora de Córdoba, cree que debimos aceptar una nueva realidad, que no fue fácil y sobre todo, nos llevó tiempo:
«Apenas comenzó la cuarentena nos encontramos con nosotros mismos, encerrados y pensando que todo iba a terminar pronto, y a medida que avanzaba el tiempo nos fuimos enfrentando con nuestra ansiedad e incertidumbres. Cuando nos hicimos conscientes de que no podíamos volver al ora, dijimos: ‘Bueno empecemos a preparar cosas para la segunda mitad del año’. Cuando nos dimos cuenta de que la situación para las familias se ponía peor dijimos, ‘bueno juntemos donaciones y se las acerquemos'».
Así el oratorio inició una campaña que contó con la colaboración de toda la obra, y su próximo acercamiento al barrio consistió en llevar mercadería y otros elementos que las familias estaban necesitando.
Mientras tanto, se hacían cada vez más frecuentes los encuentros virtuales. Los mallinistas de la zona NEA, por ejemplo, experimentaron el acompañamiento a través de esta modalidad. Así lo cuenta Guadalupe, asesora zonal del movimiento:
«Pudimos practicar ese espíritu de comunidad y crecer a partir de la empatía, en el compromiso y en la solidaridad, a pesar de las dificultades que se iban presentando, donde muchas veces no podíamos conectarnos, o el trajín del día a día sentados frente a una pantalla dificultaba el encuentro.
Particularmente y también charlando en ese patio, donde de a poco nos vamos reencontrando, siento que realmente nos mueve la esperanza de seguir buscando nuevos signos o gestos para sentirnos cercanos, para parecernos más a Jesús y Don Bosco, que desde su cercanía siempre encontraron la forma de llegar a cada uno de nosotros, a través de un gesto, de una palabra».
En este proceso, cuenta Nicolás, pasaban dos cosas: «por un lado, se fortalecía la relación entre los animadores y por otro se sentía la tristeza de otro sábado sin estar en el Patio, pero confiando en que Dios algún día nos iba a volver a encontrar ahí».
La certeza más grande de todo este tiempo fue que dependíamos y necesitábamos de la solidaridad y cercanía del resto de las personas. El Papa Francisco lo supo resumir muy bien, diciéndonos que «en esta barca estamos todos».
Para los exploradores, el anhelo del reencuentro en el patio, en el juego, con el mate, en la charla, estimulaba y movilizaba para seguir adelante con todas las expectativas.
Esto se logró con mucho esfuerzo en donde las caídas se hacían más pesadas cada vez, -reconoce Melisa- pero ahí estaba mi equipo (animador de patrulla) que me daba su mano y me levantaba, su oído y me escuchaba, su hombro para contener mis lágrimas y así salimos… juntos, como una comunidad.
Esta exploradora cree que hoy podemos mirar el 2020 como un año de aprendizaje:
Hemos descubierto que vivir en comunidad nos hace más fuerte y enriquece al movimiento.
¿Cómo? Con acciones simples… un mensaje de cómo estás, un palmada en el hombro, una sonrisa desde una videollamada que se volvía eterna, un salir al encuentro del hermano que necesitaba algo material o solo conversar, salir…salir al SERVICIO del otro, porque en el otro lo veíamos a Jesús, ese Jesús que siempre está y que acompaña nuestro caminar. A veces adelante para guiarnos, a veces a nuestro lado para acompañarnos o a veces atrás, simplemente para protegernos.
«Ahora, palpitando el regreso, nos damos cuenta que el cara a cara es fundamental en nuestro patio. Que un abrazo y una sonrisa no son lo mismo con una pantalla de por medio, que quizás falte un poco para que todo vuelva a ser normal pero que el poder volver a encontrarnos en el mismo lugar y vernos en persona nos hace mucha ilusión. Que el sábado en el patio es nuestro cable a tierra y nuestro pedacito de Paraíso y que después de todo este tiempo cobra un valor mucho más especial».
«Se nos caen las lágrimas de ver cómo hemos crecido y que tan grande fue el esfuerzo que hemos realizado para mantener vivo el sueño de Don Bosco, pero nos sentimos más animados y estamos siempre listos para lo que se venga. Sabemos que este 2021 también será desafiante, pero somos hijos de un Dios que nos ayudó a ser esperanzadores y a no bajar los brazos, porque sus planes son perfectos y los llamados son muchos, pero sus elegidos pocos; pocos pero llenos de alegría y amor para contagiar.
¡Te esperamos, 2021!
Por: Melisa Saravia, Guadalupe Baez y Nicolás Urquiza.
Gracias a: Hno. Fernando Saade, Hno. Pablo Carrizo, Jorge Almirón, Pastoral Juvenil y a todos los animadores y animadoras que continúan hoy el sueño de Don Bosco.