El autor de dos nuevos cuadros de Don Zatti abre el corazón y revela lo que hay detrás del arte de los íconos.

“Un sabio oriental decía que nuestras oraciones son como pinceles que se mojan en el agua y se pintan en una piedra. Cuando llega el sol se evapora todo eso y al día siguiente hay que volver a escribir”.

El P. Víctor Sánchez tiene 54 años, 15 de sacerdote y se autodefine como un aficionado de la iconografía. “Vengo haciendo este tipo de pinturas hace unos 20 años”. Su “colección” consta de unos cien cuadros que se encuentran distribuidos a lo largo del mundo. Ninguno de ellos, sin embargo, tiene escrito su nombre. “Se supone que el que pinta no tiene que dejar células de su paso por las obras, sino solo sus oraciones”.

Cuando oren, digan…

Víctor combina dos vocaciones. “Me gusta mucho trabajar la madera, me considero artesano”, dice. Aunque también, en su mente y su corazón permanece la inquietud por las infancias. El espacio de la catequesis lo motiva y entusiasma. Si hay algo en lo que Víctor piensa constantemente es “¿cómo llegar al joven desde el arte?”. Lo intenta, por ejemplo, con los chicos y chicas de la Residencia Universitaria Salesiana de Córdoba, a quienes acompaña y escucha a diario.

Ahora bien, cuando el cura pone manos a la obra, generalmente es que ha recibido un pedido especial.  “La gente me pide oraciones y me pasa textos bíblicos desde los cuales voy rezando una imagen, una situación… Cada ícono tiene un trabajo de oración en la previa, en el durante y en el después”. Así, más que un tipo de arte, la iconografía se constituye como un modo de orar.

Zatti y el arte de curar

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“Cuando uno se pone a rezar un texto bíblico van naciendo ideas”, cuenta Víctor cuando habla de su proceso creativo. El primer ícono que pintó con motivo de la canonización del enfermero santo fue Don Zatti aprendiendo el arte de curar, “mirando cómo este santazo que nos regala la Iglesia nos invita a vivir el carisma desde la urgencia en el auxilio a quien más esté necesitando la sanación”. 

Inspirado en el Salmo 30, el ícono quiere representar desde el carisma salesiano la experiencia de Don Zatti. “Intuyo que él hizo todo un camino de consagración a Dios pero también se lo encontró en el rostro de los niños y los pobres, algo muy propio del carisma”.

La imagen evoca un camino de montaña, por ser este el lugar simbólico del encuentro con Dios. Junto a Zatti, un Jesús adolescente, que viste de azul y rojo. Un Jesús pintado con los colores de su  divinidad y humanidad. Artémides recorre la experiencia de Don Bosco: “encontrar en el niño al Dios joven”.

Victor explica que “ser medicina de Dios es dejarme acompañar por Jesús. Es Él quien nos enseña a sanar, a curar los corazones de los niños. Desde el Sacramento, desde el acompañamiento, ir a sanar pero también dejarme sanar”. Esa es la experiencia que ha hecho como sacerdote. El abrazo que cura, la constante en sus obras.

“Don Zatti que sale a abrazar al niño y al joven enfermo pero también se deja curar por él”.

Misericordiar a Jesús

Don Zatti, samaritano de Jesús es la segunda pintura referida al nuevo santo salesiano. Inspirada en la parábola del Buen Samaritano (Lc. 10,25-37) invita a renovar la mirada. En el lugar del caído está el mismísimo Jesús. ¿Cómo puede ser, si es Él quien sale al auxilio?

El P. Víctor responde con sencillez. El texto termina del siguiente modo: “Ve y haz lo mismo”. “O sea que todos somos invitados a ser samaritanos. A veces podemos decir ‘me acerco al dolor pero estoy en la vereda del frente’ -advierte-. Y no, al dolor también hay que abrazarlo, sostenerlo, levantarlo”.

La imagen surge de una catequesis de Francisco. El Papa hablaba sobre cómo ser samaritano desde la caridad y la misericordia. Estas palabras quedaron en la memoria y el corazón de Víctor, hasta que logró plasmarlas en formas y colores.

“Caridad en cuanto a tener el amor dentro, pero también salir al encuentro y misericordiar al otro. Contemplarlo, pero también hacerme cargo de ese dolor. Porque si no nos hacemos cargo del dolor ajeno, quizás el carisma quede un poco en

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solo buenas intenciones y buenos escritos. Y no. Justamente  aquí, si bien don Zatti hace la acción de misericordiar a Jesús, también él se siente misericordiado.”

Entonces el cura se entusiasma y cuenta una anécdota que le fascina:

Entre la falta de recursos y espacio, le dicen a Don Zatti: “Solamente vas a recibir 30 enfermos”. Él responde: “Y si el número 31 es Jesús ¿qué hago?”

Y la reflexión llega inmediatamente después: “No es solamente quedarnos ahí como para cumplir, es preguntarnos qué pasa con los que dejamos afuera, con los que no llegan, con los que no están siendo parte de nuestra mirada”.

El cuadro está intervenido por la presencia de un niño y de un joven. “Los destinatarios del carisma”, explica el autor. “El carisma de Don Bosco se retroalimenta con la medicina que viene de los chicos”. Y continúa pensando y rumiando frente al ícono… “Nos asustan muchas realidades juveniles que hoy tenemos. Pero también aprendemos cosas nuevas. A sanar, a sostener. Este Jesús convaleciente está sostenido por los chicos”.