La vuelta a la presencialidad plena dejó en evidencia aquello que nos atraviesa el cuerpo y el corazón: las ganas del reencuentro, del abrazo, el juego, las risas y el compartir. La alegría y los nervios del momento nos desbordan, y el caos no demora en presentarse: niños, jóvenes, sus familias y educadores intentamos retomar el hábito que Juan Bosco nos regaló: el Buenos Días. Pasaron casi dos años desde la última vez que nos congregamos todos, alrededor del mástil.
Y como al Tata Dios no se le escapa ningún detalle, la vuelta comenzó con el miércoles de ceniza que da inicio al tiempo de Cuaresma. Luego de izar las banderas y de pronunciar las primeras palabras de bienvenida, nos regalamos un momento de silencio para pasar por la mente y el corazón, todo lo vivido en el último tiempo: los desafíos atravesadas para sostener la escuela en casa, las dificultades, el aprendizaje, el distanciamiento y las personas que ya no están entre nosotros. Con una memoria agradecida por encontrarnos en el patio, ofrecemos con esperanza este nuevo comienzo bajo la protección de nuestra Madre Auxiliadora.
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