En otras palabras, el Buen Samaritano de la parábola que narra el Evangelio de Lucas es una invitación a ser amigos, a actuar como amigos. Si un amigo es aquel de quien conocemos tanto virtudes como defectos y aun así lo estimamos, lo queremos, entonces la amistad es capaz de derribar cualquier prejuicio o rencor, es capaz de sanar heridas, de abrazar y de generar profundos lazos.
Este darse de forma desinteresada es el que puede despertar la amistad y el afecto en el corazón de la otra persona para también hacernos capaces de recibir lo que el amigo quiera darnos o confiarnos. Como lo hizo Don Bosco en su juventud con su amigo Luigi Comollo, con quien tanto bien mutuo se hicieron.
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