Y ahora, en la cruz, experimentando tanto maltrato, Jesús mira todo lo que había sucedido y con sentimientos encontrados contempla el misterio del cumplimiento de las promesas y el sentido más profundo de su existencia. Jesús llega a esa instancia por permanecer fiel al deseo de Dios de promover vida en abundancia para todos, especialmente para los más desfavorecidos por el sistema político y religioso…
¡Quién pudiera decir, al final de su vida, estas mismas palabras: ¡Misión cumplida! Aquello para lo que me diste la vida, para lo que me trajiste a este mundo, está cumplido. No hay manera más hermosa de dar la vida cotidianamente que ésta.
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