El 10 de septiembre de 1946, durante un viaje de Calcuta a Darjeeling para realizar su retiro anual, Madre Teresa recibió su “inspiración,” su “llamada dentro de la llamada”. Estando en la estación de Calcuta, a la espera del tren, vio a un pobre hombre harapiento que se le acercó diciéndole: “Tengo sed”. En él vio representado a Cristo… Ese día, de una manera que nunca explicaría, la sed de amor se apoderó de su corazón y el deseo de saciar la sed de Jesús se convirtió en la fuerza motriz de toda su vida. Durante las sucesivas semanas y meses, mediante locuciones interiores y visiones, Jesús le reveló el deseo de su corazón de encontrar “víctimas de amor” que “irradiasen a las almas su amor”. “Ven y sé mi luz”, Jesús le suplicó. “No puedo ir solo”. Le reveló su dolor por el olvido de los pobres.
¿Qué sucedió en aquel viaje para que, esta religiosa de 36 años, cambiara radicalmente de vida, pasando de ser una monja dedicada a la educación a entregarse por completo a la atención de los más pobres entre los pobres?
Teresa, tomó en serio el “Tengo sed” de Jesús en la cruz y caló hondo en su vida, siendo consecuente con esa aparente visión que tuvo y que guardó en silencio muchos años.
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