“Con la ayuda de Dios, nada es imposible”, repetía Roberto Emilio Toullieux cuando encaraba un nuevo desafío. En su juventud fundó un centro recreativo para personas ciegas y posteriormente la fraternidad Santa Lucía. Realizó diversos trabajos y fue catequista. Nada, ni siquiera su discapacidad, fue más fuerte que las ganas de anunciar el Evangelio.
Roberto nació el 11 de diciembre de 1949, con una visión muy pobre, que no le permitía identificar los objetos. Educado en una familia católica, devota, besaba a Jesús en la cruz en brazos de su padre antes de dormir. Jugaba armando altares para Jesús y María y rezaba de rodillas frente a ellos.
A pesar de la terrible incomunicación que produce la ceguera, por su enorme dedicación, fue un alumno destacado del Colegio Don Bosco de Resistencia. Trabajó desde los 13 años, como changarín, panadero; fue un líder natural en los distintos grupos juveniles católicos. A los 17 años, preocupado por los más humildes, comenzó a llevar la catequesis a lugares alejados de la capital chaqueña, zonas de gran vulnerabilidad como el basural de Villa Elba y los asentamientos junto al Riacho Barranqueras.
Con 20 años, sus ahorros y un crédito del Banco Nacional de Desarrollo se convirtió en empresario. Fundó el “Taller de Artes Gráficas Roberto”, del que vivieron más de 14 familias, demostrando que “todo es posible si uno se lo propone y trabaja duro. La ceguera no es ni debe ser impedimento alguno para alcanzar nuestras metas y hacer realidad todos los sueños, y mucho menos con la ayuda de Dios y de María Santísima”.
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