Un día de invierno el P. Santiago Negrotti partió de su selva misionera para estudiar en una escuela de Bs. As. y amoldarse a la sociedad de la que formaban parte algunos miembros de su familia. Pero una complicada enfermedad cambio sus planes y decidieron trasladarlo a una escuela retirada de la ciudad para su recuperación. O quizás, en los planes de Dios estaba previsto llegar a Ramos Mejía, conocer a los salesianos y nunca más alejarse…

Y el niño que un día dejó el frondoso verde de su Misiones natal hoy camina más lento, pero con la misma energía de un joven que cumple con las tareas que Dios le ha ido encomendando en estos años…hoy, Director de la Casa Zatti en Almagro, dónde se encuentra acompañando a 22 salesianos que como él comparten la profundidad de sus huellas.

Padre, hay quienes dicen que cada vez hay más jóvenes deprimidos porque no le encuentran sentido a la vida. ¿Qué cree usted que haría hoy Don Bosco por ellos?

Me parece que los jóvenes necesitan ser escuchados y acompañados, no necesitan que les marquen las cosas para hacer. Necesitan gente que esté con ellos, generando cierta amistad que ahonde en esa relación personal. Ayudando a madurar, a superar sus dudas e inseguridades. Es como a un bebe cuando le enseñas a caminar, lo llevas de la mano, se cae, lo volvés a levantar y poco a poco se va fortaleciendo. Nadie encuentra el sentido de la vida de golpe.

Pero vivimos en un mundo interconectado en el que todo tiene que ser al instante…

Sí, pero no es así. Uno se pasa la vida pensando cuál es su sentido. Yo después de tantos años he descubierto que hay alguien que le da sentido a mi vida y que puedo ayudar a la gente que tiene necesidades como los jóvenes que vos mencionas o salesianos que pasaron los 70 y 80 años y que están en esta casa. En cualquier lugar uno puede servir a Dios, y amar al prójimo.

Si un joven quiere ser salesiano pero está en duda ¿qué le diría usted?

Primero le diría que comience a hacer lo que hacen los salesianos, trabajar con los jóvenes y hacer el camino para entregar su vida a ese servicio. Porque uno no siempre hace lo que le gusta pero existe una fuerza superior que te va guiando. Y si se da cuenta que es lo suyo, que viva con una comunidad salesiana respaldado por un acompañante espiritual.

¿Qué cree que espera hoy la sociedad de los salesianos?

Cuando yo hablo de salesianos, no hablo sólo de los religiosos, hablo de cualquier persona que vive el carisma de Don Bosco. Y yo creo que la sociedad espera una dedicación a la juventud más pobre para sacarla adelante. Hacerles descubrir a los jóvenes que se puede ser de otra manera llevando una vida cada vez más digna, descubriendo que Dios está presente en la vida. Como fue el caso de la Madre Teresa de Calcuta, que dedicó su vida a atender a la gente que se moría en la calle.

Pero Padre, las vocaciones salesianas están disminuyendo progresivamente

La iglesia está decreciendo en Occidente creciendo mucho en Oriente, a lo mejor dentro de tres siglos la Iglesia es Asiática, Africana y Europa es un continente de paganos, no lo sé. Yo creo que es hora de que los laicos sean cada vez más participes, poco a poco lo están haciendo, no es una iglesia de curas solamente, hay muchas cosas que hacemos nosotros que pueden hacer los laicos. Hay muchos colegios católicos que están pasando a manos de laicos y yo lo veo muy bien. Los curas deben ser próximo a las personas y parecerse a Jesucristo en una vida más sencilla, más humilde.

La última pregunta padre. Hoy usted está acompañando a salesianos en su etapa de ancianidad ¿Cómo cree que ven los jóvenes a las personas que transitan esa etapa?

Estamos en una cultura muy pragmática, en la que la gente que hace es la que vale y la gente que tiene es la que vale, y los ancianos en su mayoría ni tienen ni hacen. Por eso para los más jóvenes el anciano molesta. Sin embargo ellos son la fuente de sabiduría, como ocurría en la cultura antigua. Hoy nadie quiere llega a viejo, todos quieren ser jóvenes, hay que aprovechar lo que te toca vivir y hacerlo con felicidad.

Mientras cerramos la nota, el P. Santiago Herr ingresa por primera vez a la Casa Zatti, y el P. Negrotti me mira con sencillez murmurando «con 101 años ¿vos crees que no tendrá algo para enseñar…?»